Este 10 de abril se conmemora un año más de la muerte de Emiliano Zapata Salazar, el llamado Caudillo del Sur, en una emboscada y traición organizada por Jesús Guajardo en Chinameca, Morelos.

Zapata, luego de la salida de Porfirio Díaz de la presidencia del país, esperó que Madero cumpliera con las promesas que la revolución había hecho a los campesinos, pero desesperado de ver que éste dejaba a los gobernadores y jefes militares de las regiones y caciques regionales que habían estado con Díaz, y que no se concretaban las medidas en apoyo a los campesinos, lanza el Plan de Ayala en 1911, en uno de cuyos puntos dice que hace suyos los principios del Plan de San Luis y que los defenderá hasta vencer o morir para, acto seguido, subrayar que no aceptará transacciones ni componendas políticas hasta derrocar a Madero y a los miembros de la clase dirigente de Porfirio Díaz.

Quizá precisamente por ese no transigir fue ultimado, por no aceptar componendas ni aspirar al poder, sino a la emancipación de los campesinos que en ese entonces se encontraban en condiciones paupérrimas.

Es claro que aún ahora los objetivos de la revolución por lo que respecta a los ideales zapatistas, no han sido cumplidos. Veamos uno de los puntos del Plan de Ayala como ejemplo:

“En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura por estar monopolizados en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esta causa se expropiarán, previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellas, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos, o campos de sembradura o de labor, y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos”.

También se expresa en dicho plan:

“Como parte adicional del Plan que invocamos hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o cacíques a la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados, por la mala fé de nuestros opresores, manteniendo a todo trance, con las armas en la mano, la mencionada posesión y los usurpadores que se crean con derecho a ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución”.

Hoy, una de las frases más famosas de Zapata: “la tierra es de quien la trabaja”, no es realidad en su espíritu, ya que los hombres del campo son quienes más rezagados se encuentran tanto en lo social como en lo económico junto a sus familias.

Según datos de 2012, en el campo vivían 26 millones de mexicanos, de los cuales más de 80% es pobre, y 16 millones más viven en pobreza extrema; en 33% de los hogares, los jefes de familia son analfabetos y la migración es casi obligada.

En el indicador de las unidades de producción, 72% es trabajada por campesinos, indígenas y pequeños productores con superficies menores a cinco hectáreas y producen para el autoconsumo; 22% lo es por pequeños productores con superficies de cuatro a 20 hectáreas, produciendo para el autoconsumo y algo para el mercado local; sólo 6% de los productores son empresarios que canalizan sus mercancías al mercado nacional e internacional.

Macroeconómicamente la inversión en el campo, es insignificante, menor a 1% del PIB y la producción total agropecuaria sólo representa 3% del PIB, contra un promedio del 32% en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Esta situación amenaza la seguridad y la soberanía alimentaria del país cuyas importaciones de alimentos está por encima del 40% cuando lo recomendado por la FAO no debería superar el 25%.

Las demandas enarboladas por Zapata y su movimiento social están vigentes precisamente porque no han sido satisfechas a 98 años de la muerte del héroe sureño, más aún, los estados de esa región del país son de los más pobres y rezagados en cuestiones socioeconómicas.

Tanto así que como paliativo a esa pobreza, se está promoviendo la creación de zonas económicas especiales tratando de subsanar la pobreza existente a más de 100 años de la revolución mexicana.

Los estados del sur y centro de nuestro país tienen tasas de crecimiento por debajo de las alcanzadas por los estados del norte del país y los del bajío, por lo que aún están sin cumplirse las demandas que dieron origen al movimiento zapatista.

Así como la leyenda campesina dice que a Zapata se le veía recorrer el estado de Morelos a caballo después de su muerte, hoy aún sus demandas recorren el país.

Por eso es que hoy a casi cien años de su muerte podemos decir que aún ¡VIVE ZAPATA!