Rumores de guerra y éxodo en la ex capital de la República

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Distrito Federal, 1915 — La incertidumbre se apodera de los habitantes de la Ciudad de México ante el vaivén de la guerra civil. Este año ha sido, para los defeños, uno de hambre, zozobra y miedo. La ocupación de la ex capital, marcada por la entrada y salida constante de tropas convencionistas y carrancistas, ha traído consigo una sucesión de normas militares, impuestos forzosos y nuevas lealtades según el grupo en turno.

Los comerciantes acaparan mercancías y la escasez golpea con dureza los hogares capitalinos. En ese contexto, los rumores reemplazan a la información verificada, y el miedo se impone sobre la razón.

Este domingo, el diario El Renovador publicó la versión de una nueva ofensiva carrancista. Según la nota, el general Pablo González —representante del constitucionalismo— había entrado a la capital el pasado 11 de julio, estableciendo su cuartel general en la villa de Guadalupe. Sin embargo, pronto abandonó su posición para perseguir a una columna villista, dejando tras de sí una ciudad presa del nerviosismo.

El testimonio recogido en dicho medio relata:

“El día de ayer era de tristes presagios. Los rumores más absurdos circularon desde temprano: se decía que las tropas carrancistas ya estaban en Guadalupe, luego que habían tomado Azcapotzalco y marchaban hacia Tacuba. El pánico se apoderó de la población, convencida de que la entrada de los carrancistas traería consigo venganzas y atropellos, dada su hostilidad manifiesta hacia los simpatizantes de la Convención.”

La misma crónica da cuenta del caos que se desató ante la expectativa de una inminente evacuación:

“Se notó un gran movimiento de trenes cargados con tropas. Muchos interpretaron esto como el inicio del abandono de la plaza. Desde entonces, funcionarios, empleados y particulares comenzaron una fuga desordenada. Se les veía atravesar las calles con maletas a cuestas, huyendo hacia Xochimilco, Cuernavaca, Tacubaya o Toluca. Algunas casas comerciales cerraron sus puertas, otras fueron vaciadas apresuradamente por ciudadanos que se preparaban para un largo sitio.”

No obstante, el reporte aclara que las autoridades convencionistas no habían ordenado aún la retirada:

“Nada más equívoco: los jefes de la guarnición no pensaron retirarse, sino que dictaron medidas para devolver la calma a los atemorizados vecinos.”

La situación se agravó en los días siguientes. Las fuerzas convencionistas en la ciudad eran ya una retaguardia débil, encargada de proteger la evacuación final. La población percibía con claridad que el control de la capital pendía de un hilo.

El 2 de agosto, el general Pablo González —originario de Lampazos, Nuevo León— retomaría la ciudad de forma definitiva, en preparación para el regreso del Primer Jefe del constitucionalismo, Venustiano Carranza, quien regresaría a la capital a finales de 1916.

El hambre, el miedo y la confusión marcaron aquellos días de julio. El pulso de la revolución latía en cada esquina, mientras la ciudad se desangraba en espera de su siguiente ocupante.

Por PanchoVillaMx