La Ciudad del hambre de los carrancistas

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4-abril-1915. La ciudad del hambre retomada por convencionistas tras devastación constitucionalista
¿Qué pasó con el Distrito Federal después de la evacuación de las tropas constitucionalistas y del general Álvaro Obregón, jefe del Ejército del Noreste, el 10 de marzo de 1915? La opinión del oficial sonorense al ordenar a sus tropas abandonar la ciudad no dejó dudas:
“No concedo ninguna importancia a la Ciudad de México bajo el punto de vista militar. No constituye posición estratégica; no es un centro ferrocarrilero ni tampoco es lugar donde las tropas puedan encontrar los elementos de boca y guerra que necesitan. En cambio, para guardar a México, tiene que distraerse una fuerza numerosa que se necesita en otros puntos, donde puede traer mayor provecho. Por esto es que para nosotros, tener esta Ciudad o no tenerla, significa igual”.
La ex capital del país, por decreto del primer jefe, Venustiano Carranza, devastada, desabastecida, sin electricidad, empobrecida, sucia, pestilente, hambrienta, fue nuevamente ocupada por los elementos convencionistas, principalmente zapatistas, y algunos fieles al presidente de la Convención, general Roque González Garza, quien era un férreo defensor de la permanencia de su gobierno en la ciudad de los palacios, como lo manifestó desde su arribo, la primera quincena de marzo:
“Creo firmemente que los revolucionarios que enarbolan la bandera personalista del señor Carranza, no volverán más a esta Ciudad; creo que no volverán más, porque la opinión pública los rechaza, debido al sinnúmero de atropellos que cometieron durante su permanencia en esta ciudad”.
Y en calidad de presidente de la Convención, su promesa:
“El gobierno de la Convención está obligado y se esforzará para aliviar las necesidades del pueblo, dándole trabajo; y me es satisfactorio informar que el Gobierno necesita más de quince mil braceros para la ejecución de obras públicas, reconstrucción de ferrocarriles, etc. Todo el que guste puede ocurrir a la Secretaría respectiva, donde será recibido con los brazos abiertos, para que la retribución de su trabajo sea el mejor pan que pueda llevar a sus hogares”.
Al parecer el Distrito Federal era en ese momento una ciudad maldita, el historiador Ariel Rodríguez Kuri señaló: “la ciudad vivía una crisis, espejo de la crisis nacional, producto de la desarticulación del Estado porfirista y su sistema monetario, de la afectación de la producción agrícola en áreas cercanas a la ciudad de México, el colapso de los sistemas de transporte y la voracidad y oportunismo de los grandes comerciantes.” Un pasquín del 25 de marzo pegado en algunos céntricos callejones versaba sobre el desánimo de los ciudadanos:
“Oremus: A todos los fregaremos;/ y a Dios que todo lo alcanza/ le pediremos los seráficos,/ que forme hilos telegráficos/ con las barbas de Carranza,/ que el diablo le queme la panza/ con chispas de fuego vivo./ Para que al ir fugitivo/ en pos de su salvación./ Lo embista un toro bribón/ y lo haga saltar como chivo./ Carranza arrió con los pesos/ dejándonos los cartones,/ Obregón por llevarse algo/ se llevó a los curas presos/ y a punto estuvieron ambos / de dejarnos sin calzones./ Ya se van los carranclanes / ya se van pa’Sombrerete,/ porque ahí viene Pancho Villa/ picándoles el…”.
El volante se reproduce en el libro de Francisco Ramírez Plancarte La ciudad de México en la revolución constitucionalista, quien puntualmente registró la asunción de las tres máximas autoridades del D. F.: el general Amador Salazar (primo de Emiliano Zapata) quien asumió el cargo de comandante militar de la plaza; el general Gildardo Magaña quien hizo lo propio como jefe del gobierno del Distrito Federal y el general González Garza, presidente de la Soberana Convención y encargado del Poder Ejecutivo.
Los nuevos gobernantes de la urbe lanzaron advertencias y proclamas para crear una gobernanza certera, restablecer el orden y dar toda clase de garantías a los habitantes de su jurisdicción, con el drástico aviso:
“Todo individuo, cualquiera que sea su grado, clase o posición social, que sea sorprendido robando, saqueando o de cualquier otro modo violando la propiedad o el hogar, bien sea individualmente o acompañado de fuerza armada, será pasado por las armas, previa la substanciación de un juicio sumarísimo, en el que se compruebe el hecho delictuoso y se identifique al culpable”.
Por su parte, la Convención empezó a reanudar sus sesiones bajo la presidencia del general Matías Pasuengo, en el edificio de la Cámara de Diputados. Inmersos en resolver sus diferencias internas, el conflicto entre Zapata y Villa se intensificó, porque no se conocían noticias de los distintos frentes de guerra, pues los diarios estaban llenos de noticias falsas y aún venía lo peor.
📷Ilustración de la época sobre el hambre que se padecía en la Ciudad de México. 1915. Imagen tomada del libro: Berta Ulloa, Historia de la Revolución Mexicana, periodo 1914-1917. La Revolución escindida, número 4, México, El Colegio de México, 1979, p.106