Rescatan el antiguo cuartel de Pancho Villa en Jiménez, con el propósito de transformarlo en un centro cultural 

Screenshot

Screenshot

El edificio que por años fue utilizado como “picadero” será restaurado con materiales de la época, bajo la supervisión del INAH, para transformarse en un centro cultural y museo

De cuartel de Pancho Villa a “picadero”, el predio sumido en el abandono se proyecta convertirse en un centro cultural para preservar la historia del municipio de Jiménez. Según el alcalde Francisco Muñoz, ese espacio albergará fósiles prehistóricos descubiertos en la región del desierto hasta artículos utilizados durante la Revolución Mexicana, para lo cual se invertirán de entrada 3 millones de pesos.

Con una inversión inicial de tres millones de pesos, la administración encabezada por el alcalde Francisco Muñoz pretende transformar el antiguo cuartel en un centro cultural con museo, donde se integren exposiciones sobre la Revolución Mexicana y hallazgos paleontológicos que reflejan la riqueza histórica de la región. El proyecto forma parte de una estrategia más amplia para detonar el turismo histórico en Jiménez, municipio considerado como uno de los puntos clave en las rutas villistas del país.

El recinto, que se encontraba en riesgo de colapso, será restaurado bajo criterios de conservación patrimonial para mantener su esencia arquitectónica original. Además del museo, se contempla la habilitación de galerías temporales, áreas para talleres artísticos y espacios de convivencia ciudadana. Con ello, se busca no solo rescatar un inmueble, sino devolverle significado a un lugar que, por décadas, fue símbolo del olvido y la decadencia.

El alcalde subrayó que el proyecto representa “una deuda histórica con la identidad de Jiménez” y que su propósito es que el cuartel deje de ser un recuerdo triste del abandono para convertirse en un referente de orgullo y aprendizaje para las nuevas generaciones.

Durante años, el viejo cuartel de Pancho Villa en Jiménez fue solo una sombra de lo que algún día representó. Las paredes que en tiempos de la Revolución abrigaron a hombres y mujeres valientes se convirtieron en ruinas cubiertas de polvo, grafitis y olvido. A falta de cuidado, el lugar terminó siendo usado como “picadero”, un sitio donde personas acudían a consumir drogas y refugiarse del abandono, mientras la historia que guardaban sus muros se borraba poco a poco.

Hoy, esa realidad empieza a cambiar. El gobierno municipal decidió rescatar el inmueble y devolverle la dignidad perdida.

El proyecto busca que este espacio, que por años fue sinónimo de peligro y deterioro, se convierta ahora en un punto de encuentro para las familias, estudiantes y visitantes. Las obras de rehabilitación contemplan conservar la estructura original del edificio, pero dándole vida con galerías, salas de exposición y áreas para talleres.

Para el alcalde Francisco Muñoz, este rescate significa mucho más que reparar paredes: es recuperar un pedazo del pasado y transformarlo en motivo de orgullo. “Queremos que las nuevas generaciones conozcan la historia que aquí se vivió, que vean cómo un lugar que estuvo perdido puede volver a ser símbolo de esperanza y cultura”, señaló.

Proyecto: De picadero a museo

En medio del calor seco de Jiménez, el viento sopla con un murmullo que parece traer ecos del pasado. El antiguo cuartel de Pancho Villa de la colonia Estación, justo a un costado de donde es la parada esencial de los vagones del ferrocarril, se levanta al final de una calle polvorienta, con sus muros gruesos, de adobe y piedra, marcados por el paso del tiempo. La pintura, descascarada por el sol y el abandono, deja ver las capas de historia que se esconden debajo: los años de gloria revolucionaria, el largo silencio posterior y las sombras de un presente que, hasta hace poco, parecía condenado al olvido.

Al cruzar la puerta principal, una estructura de madera sólida, reforzada con clavos, se puede imaginar el bullicio de los soldados que alguna vez descansaron aquí. Las habitaciones, de techos altos y vigas de mezquite, conservan todavía el aroma de lo antiguo. En los patios interiores, rodeados de arcos de cantera y corredores techados con teja roja, el polvo se mezcla con los recuerdos de una época donde el cuartel era el corazón de las estrategias villistas en el sur del estado.

Por años, sin embargo, este lugar perdió su espíritu. Las paredes que guardaron planes de batalla se convirtieron en refugio de la desolación. Vecinos recuerdan que durante mucho tiempo fue un “picadero”, un punto donde se consumían drogas y donde pocos se atrevían a entrar.

Hoy, esa escena comienza a cambiar. Bajo la dirección del gobierno municipal, encabezado por el alcalde Francisco Muñoz, el antiguo cuartel vive un proceso de rescate que busca devolverle no solo su estructura, sino su alma. Con una inversión inicial de tres millones de pesos, las obras avanzan entre polvo, andamios y el sonido metálico de los obreros que trabajan con paciencia en cada muro.

Queremos que este sea un espacio donde convivan la historia y la cultura, un lugar que hable del pasado, pero también del futuro”, dice Muñoz mientras señala los planos del proyecto.

La restauración mantiene los rasgos originales de la arquitectura mexicana de principios del siglo XX: los muros anchos de adobe que guardan el calor durante las noches frías, las puertas de madera tallada, los pasillos sombreados por columnas y los patios centrales que servían tanto para reuniones como para caballerizas. Cada piedra y cada arco cuentan una parte de la historia de un México en construcción, de una época en la que la arquitectura era también testigo de la lucha por la libertad.

Te podría interesar: Recinto histórico Casa Botello iniciará nueva etapa como Centro Cultural Aurora Reyes durante 2026

Entre los escombros que aún quedan, se percibe la transformación. Donde antes había basura, ahora hay herramientas, y donde antes reinaba el silencio, se escucha el eco de un martillo y el murmullo de esperanza. El cuartel, que alguna vez fue símbolo de decadencia, empieza a recuperar su voz.

En el horizonte, el sol cae sobre los techos rojizos recién reparados, iluminando las paredes que vuelven a respirar. Jiménez, que fue escenario de batallas y también de abandono, recupera así un pedazo de su memoria colectiva.

El viejo cuartel de Pancho Villa, ese lugar que parecía perdido, se alista para volver a abrir sus puertas, no a los revolucionarios de antaño, sino a los visitantes que vendrán a conocer su historia y a celebrar el renacer de un símboloque, como la Revolución misma, se niega a morir.

Cabe mencionar y destacar que este espacio fue, durante varias decenas de años, el lugar ideal para personas sin hogar, pues aprovechaban la orfandad legal del inmueble para ocuparlo. Sin embargo, pasó de ser una vivienda de “ilegales» a un “picadero», es decir, un sitio donde se consumían sustancias ilícitas e incluso, podría decirse, hasta donde podrían haberse vendido.

El antiguo cuartel de Francisco Villa inició la transformación en donde se han fortalecido los cuartos, las paredes y techos. De acuerdo a las autoridades, este proceso respeta totalmente los materiales de la época.

El rescate

El silencio que alguna vez dominó los pasillos del antiguo cuartel de Pancho Villa ha sido reemplazado por el sonido constante de martillos, palas y voces que resuenan entre los arcos de ladrillo. A simple vista, el edificio conserva su esencia original, pero al acercarse se percibe la transformación: albañiles, restauradores y arquitectos trabajan con cuidado casi artesanal para devolverle la vida a una de las construcciones más emblemáticas de Jiménez.

El rescate de este inmueble histórico no es una simple obra de mantenimiento. Se trata de una intervención guiada por el respeto al pasado, un proceso que el propio alcalde Francisco Muñoz describe como “una cirugía a corazón abierto” para la memoria de la ciudad. Por instrucciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cada detalle, desde la mezcla usada en los muros hasta los acabados del techo, debe replicar los materiales y técnicas de la época revolucionaria, garantizando que la autenticidad del lugar permanezca intacta.

Queríamos que el cuartel no perdiera su alma. Aquí no se trata de ponerle pintura nueva o cemento moderno, sino de reconstruir con las mismas manos y la misma esencia con la que se levantó hace más de un siglo”, explica Muñozmientras observa los trabajos en la fachada. Los muros, hechos originalmente de adobe y ladrillo, están siendo reforzados con mezcla de cal, arena y baba de nopal, un método tradicional que permite mantener la textura y respiración natural de las paredes.

El proceso ha requerido paciencia. Antes de intervenir las estructuras, el INAH realizó estudios para determinar la resistencia del inmueble y establecer un plan de restauraciónque evitara daños a los cimientos originales. Las columnas del patio central, por ejemplo, fueron limpiadas y cubiertas con una capa de cal blanca, mientras los arcos de ladrillo fueron restaurados uno a uno para conservar su forma. Las vigas del techo, hechas de madera de mezquite, también fueron tratadas con aceites naturales para evitar su deterioro sin alterar su color ni su aroma.

Cada ladrillo que se coloca aquí tiene historia. No podíamos llegar con materiales modernos porque eso hubiera roto el carácter del edificio. La idea es que cuando la gente entre, sienta que está caminando por el mismo lugar que Pancho Villa habitó en su tiempo”, agrega el alcalde.

La intervención también contempla la instalación de un sistema de iluminación discreto, oculto entre los arcos y molduras, que permitirá resaltar los detalles arquitectónicos sin alterar su aspecto original. En el exterior, se restauraron los marcos de cantera de las ventanas y puertas, y se sustituyeron los barrotes oxidados por réplicas elaboradas con forja tradicional.

Para los trabajadores que participan en la obra, el proyecto tiene un valor emocional. Muchos de ellos son originarios de Jiménez y crecieron escuchando historias sobre el cuartel. “Nunca pensamos que íbamos a verlo así, de nuevo de pie, comenta uno de los albañiles mientras alisa una pared con mezcla de cal. “Es como si el pueblo volviera a respirar su historia.”

De acuerdo con Muñoz, el rescate del edificio no solo busca embellecer un punto histórico, sino también generar sentido de pertenencia. “Este cuartel representa a Jiménez. Es una prueba de que el tiempo puede pasar, pero la historia sigue viva si sabemos cuidarla”, afirma.

El proyecto avanza entre polvo, herramientas y esperanza. Cuando termine, el antiguo cuartel no solo será un museo o un centro cultural: será el resultado de una lucha por preservar la identidad de un pueblo que decidió reconstruir su pasado, ladrillo por ladrillo, con las mismas manos con las que alguna vez se escribió la historia de la Revolución.

Por PanchoVillaMx