Durante el censo de 1910 se registro la cantidad de 840 hacendados que vivían cómodamente en sus casa de la capital de su estado o en el mejor de los casos en Europa, los administradores de las haciendas se encargaban de mandarles dinero a los hacendados generado por la hacienda, agrícola o ganadera.

Los hacendados solo asistían a la hacienda unos pocos días al año como diversión. La casa principal se componía de múltiples habitaciones lujosamente adornadas con muebles franceses.

Las casas de los peones se encontraban fuera del casco de la hacienda, casas miserables de un solo cuarto; a lo mas de 30 metros cuadrados, casas de adobe sin ventanas ni puertas; con pisos de tierra donde dormían las familias.

Los peones y sus familias por lo general mal comidos, mal vestidos con sucios harapos; enpiojados y enfermos, dejaban sus vidas en los campos para que el hacendado disfrutara de su fortuna y de su holgazanería.

El jornal se pagaba con mercancía mas cara de lo normal y de mala calidad en las tiendas de raya, donde los peones se endeudaban con cuentas impagables que pasaban de padres a hijos.

Los curas de la iglesia estaban a favor de los hacendados y le pedían a los peones obediencia ciega para los patrones bajo la amenaza de no alcanzar mas que el infierno.

Los sueldos del administrador iban de los 80 a 100 pesos mensuales, además de buena casa y tierras para cultivo a medias con el patrón, otros empleados, incluyendo mayordomos, recibían entre 8 y 15 pesos semanales, los caporales de 3 a 5 pesos a la semana y a los peones si les iba bien recibían 18 o 25 centavos a la semana.

Por Jorge Cabrera Vargas