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En un pequeño pueblo de México, donde el sombrero charro era símbolo de tradición y hermandad, las fiestas se llenaban de música y risas bajo el sol. Sin embargo, con el paso del tiempo, la modernidad comenzó a desplazar las costumbres ancestrales.

Los jóvenes, atraídos por nuevas tendencias, dejaron de lado las charreadas y los bailes folclóricos.

Las plazas, antes llenas de vida y color, se fueron quedando vacías, y el eco de los mariachis se desvaneció en el aire. Así, el fin de los tiempos de tradición, hermandad y convivencia llegó silenciosamente, dejando solo recuerdos de una época dorada que se resistía a desaparecer.

En los rincones de nuestro México, la charrería, antaño símbolo de tradición y orgullo, se ha convertido en un campo de batalla político.

Los charros, que antes se distinguían por su gallardía y respeto a las costumbres, ahora se ven envueltos en luchas de poder y ambiciones personales.

Las chaparreras y el sombrero charro, que solían engalanar las fiestas, son ahora insignias de un poder adquisitivo que poco tiene que ver con los valores heredados de sus ancestros.

La hermandad y la convivencia han sido reemplazadas por intereses políticos, y el deporte nacional se desdibuja en una era donde el poder político charro prevalece sobre la tradición y la autenticidad.

Via Miguel A Olvera R.

Por PanchoVillaMx