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17 de septiembre de 1920. Fue en la Revolución mexicana que el rol de la mujer fue sustancial para el triunfo de la lucha social.

En la guerra armada fue asistente del soldado, en la batalla y un sinnúmero de veces cargo ella misma las armas.

Desde la guerra civil de Independencia de 1810 a 1821 hay testigos del rol de las soldaderas como proveedoras de alimentos para el rebelde, así como curadoras de sus heridas. Es de destacar que por décadas las mujeres pelearon junto a los rebeldes sin recibir sueldo alguno.

Mujer zapatista llevando alimentos a las tropas revolucionarias

Amigas de causa, de hambre, de pelea, de patriotismo y de coraje. El 17 de septiembre de 1920 El Diario Nacional El Demócrata, publicó una editorial en donde desaprobó la propuesta de organizarlas al ejército y garantizar la educación al hijo o hija del rebelde:

“Al señor coronel don Manuel Ortigoza, que ha presentado a la Secretaria de Guerra un proyecto para dignificar a la ‘soldadera’ y educar al ‘hijo del soldado’, se le ocurre que es posible reglamentar el desorden, hacer derecho lo que no puede estar más que torcido, dirimir la contienda entre la disciplina y el relajamiento merced de una ley que mande al segundo seguir las normas de la primera. Y es que ha partido de un error: declara que en México es imposible, hoy por hoy, impedir a esas abnegadas mujeres sigan a los soldados, habiten con ellos en el cuartel y sean inherentes a nuestros hombres de armas, algo consustancial en nuestra milicia. Para darle firmeza a su tesis, alude a los fallidos esfuerzos que se han hecho y luego torna a elevarse en las alas de su ilusión hacia la ‘Juana’ redimida, sujeta a la ordenanza y utilísima en las campañas.

Hay que plantear la cuestión de un poco preciso y resolvamos la francamente. ¿Qué servicios presta al soldado?

Le guisa los alimentos con la mayor economía y suciedad posibles; le mal zurce alguna vez el raído pantalón; adelantándose a él de las fastidiosas jornadas; cae como gavilán de las gallinas de los ajenos corrales; entra a saco en las huertas; desposee a quien se deja de lo que llevare; y dispone la cena de su pobre amante que llega despeado y con mal humor. Si en los combates tiene él sed, insana sed ella le lleva frescor de agua tomada por ahí de nauseabundas vasijas, y si le hieren, le vendan la herida con un pedazo de sus enaguas, que hogaño son negras después de haber sido blancas y donde hay todas las insignias de una humana flaqueza…”

Para El Diario El Demócrata, que era la voz del gobierno, la época de oro de la Revolución mexicana, había concluido y era preciso terminar, con esas prácticas, ya que era sustancial modernizar al Ejército. El tiempo de “las soldaderas” había llegado a su fin.

Fotografía: Soldado y soldaderas sobre vagón de ferrocarril, 1915, Casasola, Fototeca Nacional-INAH.