Amores y batallas de Pancho Villa

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10 de julio de 1996, falleció en la ciudad de Chihuahua doña Soledad Seañez Holguín, una de las mujeres que marcaron la vida sentimental del general Francisco Villa.
Con ella procreó un hijo, Antonio, y compartió sus últimos años en Canutillo. Soledad, quien fue educadora en Valle de Allende durante su juventud, vivió cien años y fue reconocida oficialmente como esposa legítima del Centauro del Norte por el Congreso mexicano en 1946.

Pero antes de Soledad, hubo muchas otras. Ninguna historia amorosa de Villa sería completa sin mencionar a doña Luz Corral de Villa, la mujer que decidió casarse con él sabiendo —o al menos intuyendo— que no sería un matrimonio común, mucho menos monógamo. A pesar de la fama del general como conquistador impenitente, Luz asumió con una ecuanimidad admirable las múltiples relaciones de su marido.
“Mi cariño a él no aminoró jamás”, decía Luz, incluso después de descubrir que, mientras ella estaba fuera del país, Villa había tenido al menos tres hijos con distintas mujeres. Pese a no poder tener más hijos tras perder a su pequeña hija, Luz abrazó el papel de madre para esos niños, especialmente para Agustín, hijo de Asunción Villaescusa, a quien consideraba casi suyo. También acogió a Reynalda, otra hija del general cuya madre nunca fue identificada, y más tarde a Micaela, hija de Petra Espinoza.

Mientras Luz aceptaba estos hijos, Villa se mostraba cada vez más abierto con sus relaciones. Sin embargo, la situación se volvió insostenible cuando Luz descubrió que su esposo no solo tenía una relación sentimental con Juana Torres, sino que se había casado con ella durante la toma de Chihuahua. Luz, mantenida a distancia en El Paso con el pretexto de construir su casa —la famosa Quinta Luz—, decidió regresar solo para enfrentarse con la realidad: otra mujer ocupaba su lugar en la vida del general.
Durante meses, Luz y Juana compitieron por el afecto de Villa. Él, sin incomodarse, vivía con ambas y mantenía hogares separados. Pero todo cambió cuando Villa descubrió que le faltaban 40 mil pesos guardados en casa de Juana. Sospechó de la madre y la hermana de ella, las mandó encarcelar y la relación con Juana se enfrió para siempre. Luz, entonces, volvió a ocupar el lugar de esposa oficial… hasta la derrota de 1915.

Exiliada en La Habana y luego en El Paso, Luz vivió separada de Villa durante cinco años. Mientras tanto, él inició nuevas relaciones: primero con Soledad Seañez en 1917, luego con Austreberta Rentería. Cuando pactó la paz en 1920, ambas se mudaron con él a Canutillo, y Luz intentó también retomar su lugar, pero en 1921, Villa rompió definitivamente con ella.
Soledad Seañez, quien lo acompañó hasta su muerte, lo recordaba como un hombre apasionado que le cantaba canciones románticas, la llamaba cariñosamente Chole y cuidó de ella con esmero durante su embarazo, enviándola a El Paso para recibir mejor atención médica. “Llevaba mi retrato junto al corazón”, solía decir, y efectivamente, lo tenía aún consigo el día en que fue asesinado, cuando Soledad tenía solo 27 años.
El número real de mujeres que compartieron la vida de Pancho Villa es impreciso. Se dice que tuvo 23 matrimonios, aunque quizá ni él mismo recordara con claridad cuántas fueron. Entre amantes, esposas oficiales, queridas y amores furtivos, el general acumuló conquistas con la misma intensidad con la que libraba batallas. Y todo esto, mientras lideraba a 40 mil hombres en una revolución.
Por PanchoVillaMx