¡Ábranla, que allí viene Juana Gallo!
Ángela Ramos Aguilar siempre presumió haber sido amiguísima de Villa y de haber participado en la Toma de Zacatecas; sus hazañas se hicieron famosas y muchos las han tomado como verdad.
Ángela Ramos Aguilar nació en 1876 y murió en 1958, desnutrida y por daños causados por el alcohol.
Vendía gorditas en el Centro Histórico; fue famosa por su florido vocabulario y las hazañas revolucionarias que inventó.
Tras ofender al general Natera, obtuvo un abrigo de piel de zorro.
La película fue protagonizada por María Félix.
Para los que son calumniadores, para todos los traidores trae bien puesto el corazón
Corrido de Juana Gallo, Ernesto Juárez Frías
Dentro del imaginario colectivo, merced a una persistente mitología urbana, Zacatecas tiene en sus anales un singular personaje popular, que ha sido objeto de creación de corridos, sendas obras bibliográficas, salas y exposiciones museográficas sobre su figura.
Hasta la filmografía nacionalista revolucionaria le ha consagrado su nombre en el celuloide y la encarnó en una de las máximas divas mexicanas: Juana Gallo.
No se trata de una generala al frente de un batallón ni mucho menos de una soldadera calzadora de botas militares y portadora de carrilleras y enorme pistolón, es más bien una mujer bastante singular del siglo 20.
Su nombre original es Ángela Ramos Aguilar (1876-1958), se ganaba la vida vendiendo gorditas y tacos por las calles de la bizarra capital.
Era asidua cliente de cantinas y bajo el influjo etílico le daba por contar epopeyas personales al lado del mismísimo Francisco Villa y de haberse tronado hartos pelones.
A fuerza de repetirlo tanto, se llegó a dar por cierto su delirio; la especulación de sus oyentes pronto manufacturó un personaje mítico, que sin pensarlo trascendió a planos nacionales e internacionales y erróneamente se volvió imprescindiblemente relacionado con la Toma de Zacatecas.
La mujer citadina, nacida en el barrio minero de Jesús, con unos modales bruscos, malhablada, pero extremadamente católica, ganó su célebre seudónimo de la boca del párroco Eugenio Narváes, que por un regaño derivado de una pueril travesura al abrirle la cabeza a otra criatura, la sosegó diciéndole: “¡Aplácate Juana Gallo!”
Si el mote lo mencionaba otra persona por cualquier cosa, el suscrito personaje de marras le respondía: “¡En tu madre me monto a caballo!”
Según sendas biografías escritas por Ignacio Flores Muro, bajo el título de La verdadera Juana Gallo, y los apuntes de Juan N. Carlos con el epígrafe de Juana Gallo, enriquecidos con un interesante estudio introductorio del cronista emérito de Zacatecas, José Enciso Contreras, constituyen el sustento que desmitifica la participación en la Revolución Mexicana, y en lo particular de la Toma de Zacatecas, de la Juana de carne y hueso.
El diputado constituyente de 1917, Adolfo Villaseñor, declaró tajantemente lo siguiente: “En ningún momento fue revolucionaria, ni en ideales y en acción, yo conocí perfectamente a Juana Gallo en Zacatecas. Mentira que fuese revolucionaria. Tendría amistad o simpatías con algunos militares de la Revolución, pero eso es cosa muy distinta a que hubiese tomado parte activa…”
Por lo tanto, nunca estuvo al frente de un batallón, no atacó con las armas a las fuerzas federales en la Toma de Zacatecas, y quizás, hasta nunca fue cercana amiga del general Francisco Villa.
Pero eso no indica que no fuera una reconocida reaccionaria y provocadora de tumultos por causas políticas.
En este caso era una cristera apasionada de hueso colorado, defensora del clero de la ciudad y más cuando se trataba del obispo Miguel de la Mora, ella estaba dispuesta con palos, piedras y cachetadas a ponerse contra cualquiera.
Por ello, y con toda seguridad, cachetearía al comandante de plaza, el general Benjamín Hill, por la clausura del culto de los templos en 1915.
Además, borró el letrero sobrepuesto de “Viva María Conesa” sobre la leyenda “Viva María”, que se leía en 1924 al pie de la escalinata del Santuario de Nuestra Señora del Patrocinio en La Bufa.
En una querella que yace en los legajos del Archivo Histórico Municipal de Zacatecas, entre renglones se puede constatar el aguerrido carácter de la fiel cristera y escudera de los ministros católicos, que a fuerza de un sincero vocablo florido y enfrentándose a la autoridad hacía manifestar su sentir:
“Rafael C. López, mayor de edad, empleado federal como ejecutor del Juzgado de Distrito en el Estado, y con domicilio en la calle de San Francisco número trece, ante usted con todo respeto comparece y expone: Que ayer como a las siete de la noche, encontrándome parado en la puerta de mi domicilio,
platicando con el señor Francisco Delgado, pasó por media calle la señora Juana Ramos, conocida por Juana Gallo, en estado de ebriedad, y tan pronto se dio cuenta de mi presencia, en voz alta y en plena vía pública dijo lo siguiente:
“’Usted Rafael, es uno de tantos sin vergüenza, empleado y mantenido del gobierno, todos los que están de parte del gobierno son unos hijos de la chin[…] y sólo por eso es que en Colotlán les están dando en la pura madre, a todos los gobernistas, los verdaderos católicos que andan con las armas en la mano, y no tardará mucho en acabarse tanto desgraciado que está en contra de la religión católica. Usted Rafael la otra vez que estuvo en el Juzgado de Distrito, encerró a unas madrecitas y las echó para afuera de su convento, y todavía sigue muriéndose por el gobierno’.
“Cálmese tantito, con lo anterior la expresada señora incurrió en un grave delito, y hoy lo denunció para que conforme a sus facultades se sirva imponerle el castigo correspondiente, pues de lo contrario, seguirá con más fuerza injuriándome donde quiera que me encuentre, en la confianza de que no se le castiga, además le manifiesto que con esta vez son dos las que se han registrado”.
A la menor provocación, el lenguaje florido de Juana Gallo se hacía resonar.
Según Juan N. Carlos, siendo gobernador del estado el general Pánfilo Natera, encontrándose en el balcón de la residencia oficial, al norte de la actual Plaza de Armas, Juana Gallo pasó por la avenida Hidalgo en estado inconveniente.
Al ver al mandatario, detuvo su marcha y le apostrofó de la siguiente manera: “¡General Natera…! Qué bien abrigado está el muy jijo de su… abuela”. El general Natera la llamó a que entrara y ésta, resistiéndose, accedió al llamado.
Al salir, portó un ajuar de piel de zorro, sintiéndose una duquesa rumbo a su domicilio.
Con 82 años encima, desnutrida, con daños físicos causados por el alcohol, Ángela Ramos pasó a mejor vida.
Dos años después de su muerte, en 1960, el cineasta Miguel Zacarías llevó a la pantalla de plata el filme Juana Gallo, protagonizado por la primera actriz, María Félix.
El reparto estaba conformado por Jorge Mistral, Luis Aguilar, Ignacio López Tarso y Christiane Martel, entre otros. La fotografía fue de Gabriel Figueroa.
La trama, una mujer campirana con arado en mano se vuelve una tosca y guapa coronela revolucionaria, amparada por un sacerdote jesuita.
Fusila por igual a federales y revolucionarios que se pasaban de listos, lucha en la Toma de Zacatecas disparando con gran brío una ametralladora.
Al final se muestra que fruto de las batallas, se construyeron escuelas, hospitales y demás
infraestructura que lograron que la Revolución hiciera justicia.
La cinta recorrió el mundo entero, presentándose en festivales fílmicos reconocidos; decenas de críticos, periodistas y hasta uno que otro despistado historiógrafo, elogiaron y dieron por verídico lo presentado por Miguel Zacarías.
Fue así que dos personajes, uno real y otro ficticio, se volvieron uno mismo; el mito cívico se sobrepuso a una interesante realidad y cuando la historia original, quizás más pintoresca que heroica, lejana a una gesta revolucionaria, siguió siendo parte de la memoria colectiva representativa de Zacatecas.
Por PanchoVillaMx.