Es marzo de 1916, Villa y sus hombres se aproximaron a un caserio, estaban reclutando gente para una empresa de la cual no se le había informado a nadie. Tiburcio y su familia vivían en esas casa viejas rodeadas de pobreza.
Villa le ordeno unirse a ellos, sin embargo, Tiburcio no podía dejar solas a su mujer y a su hija, le pide a Villa que lo deje quedarse pues tiene que ver por ellas, estando solas les seria mas difícil sobrevivir.

«Llámalas, pidioVilla, la mujer se aproximó llevando a una niña de escasos dos años, para ese momento Villa se había apeado de la montura, de un rápido movimiento tomo a la niña con la mano izquierda, al tiempo que desenfundaba la pistola con la derecha, de un solo movimiento oprimio el gatillo en dos ocasiones, la primera bala se alojo en la cabeza de la niña, salpicando de sangre a Tiburcio y a la mujer que no le dio tiempo de sorprenderse, su cuerpo, atravesado por un disparo en el corazón, dió de bruces en el duro suelo del desierto, -Ahora ya no tienes a nadie – le dijo Villa – vámonos – dando unos pasos y arrojando lejos el cuerpo inerte de la infante.

Los villistas se alejaron, al tiempo que Tiburcio derramaba lágrimas de dolor, no miraba hacia atrás, ya no había nada que ver».
.
Este relato fue escrito por Rafael F. Muñoz en 1931 en el libro: «Vámonos con Pancho Villa».
Así como otros cuentos que son parte de la imaginación de los escritores de la Revolución, haciendo creer al lector que realmente Villa era muy cruel y salvaje, no se duda que se cometieran atropellos por parte de los distintos grupos combatientes, en ocasiones los relatos son muy exagerados, el único fin era para generar lectores que a su vez generaban dinero para los editores.

Por Jorge Cabrera Vargas.