Ultimas palabras de Pablo López: “Una cerveza y que se lleven a ese gringo”

»Ríndete Pablo López, ya sabemos que estás aquí», a lo que él contestó, «Aquí estoy… si son mexicanos me rindo, si son gringos moriré peleando »

El 13 de Junio se cumplieron 104 años del fusilamiento en La Ciudad de Chihuahua del General Villista Don Pablo López Aguirre (1889 – 1916)

El General Pablo López Aguirre fue lugarteniente de Francisco Villa, herido en dos piernas después de la Batalla de Columbus, cayó prisionero en la sierra de Chihuahua.

Se le es recordado por la respuesta que dio a la pregunta de sus captores, ya que le gritaban:

«Ríndete Pablo López, ya sabemos que estás aquí», a lo que él contestó, «Aquí estoy… si son mexicanos me rindo, si son gringos moriré peleando».

En las imágenes vemos a Pablo López frente al pelotón de fusilamiento y mientras es abatido por las balas. Fotografías: Walter H. Horne.
Colección privada.

Esta fue la Carta del General Pablo López a sus padres un día antes de morir:

«Dedico la presente con el fin de despedirme de mis hermanitos y de ustedes. Vivan orgullosos pues su hijo no muere por traidor, muere porque mis hermanos de patria así lo condenan lo que a los enemigos de mi patria se les concede, el que a mi presencia se borre de mi patria.

Les encargo a mi inolvidable esposa y a mi hijo, a mis hermanos, que los espero en mi eterno descanso. Adiós padres míos».

«Ya voy camino a mi patíbulo, mi último andar es un remedo, a mis veintiséis años la muerte me ha ganado la carrera. Estas muletas sostienen mi cuerpo dolorido, muy pronto partirá al confín lejano y desde ahí estaré mirando lo incierto del futuro de mi pueblo…Ya escuchó la primer campanada de las doce. Mi adiós al pueblo todo, a todos y a los que no han venido a verme morir, a los que están a mi derecha: hambrientos y harapientos que sé muy bien que están comiéndose las lágrimas».

Pablo López fue fusilado el 13 de junio de 1916 en Chihuahua.

Al día siguiente Pablo López sonreía en su camino al paredón: una vez allí, se fumó un cigarro, platicó con sus guardias y cuando le dijeron que pidiera su último deseo dijo:

«Una cerveza y que se lleven a ese gringo que está ahí, ordenando con sus ojos: mi fin, mi muerte, su venganza».

“Se colocó el puro en la boca y regresó a él la serenidad con tanto gusto que la ceniza no se desprendió del puro hasta que las balas sacudieron su cuerpo”.

Se negó a que le vendaran los ojos y él mismo dio al pelotón la orden de fuego.


Jorge Aguilar Mora, Una Muerte sencilla, justa, eterna, ERA, 1990, p. 42.

El México que se fué..

Por PanchoVillaMx.