Se conmemoró el Día del Trabajo en Veracruz

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1º de mayo de 1915. El primero de mayo de 1915, el gobierno de Venustiano Carranza conmemoró el Día del Trabajo, organizando un desfile y tertulias cívico- literarias en el Puerto de Veracruz. La fecha fue significativa, ya que, el 17 de febrero de ese año, Carranza había firmado un Pacto con la Casa del Obrero Mundial, en donde los obreros se comprometieron a defender su gobierno con la promesa de que se llevarían a cabo reformas sociales a beneficio del proletariado mexicano.

El 2 de mayo salió publicada en la Revista Nacional una crónica de las festividades al Día del Trabajo:


Con la llegada del florido mayo, vienen a la imaginación del cronista aquellos ostentosos combates de flores que se libraban en las amplias avenidas de la metrópoli, en las anchurosas calzadas de la Reforma y en el secular bosque de Chapultepec, fiestas que sólo constituían una demostración del lujo asiático en que vivían los burgueses y que eran como un bofetón pegado en pleno rostro al populacho que, desde las aceras, contemplaba el fantástico desfile de lujosos trenes…

No eran aquellas las fiestas dedicadas al pueblo, que ya tenía suficiente con las exhibiciones de circo de plazuelas de barrio, cuando se celebraban los grandes días de la Patria; no, eran las fiestas de la aristocracia, las que organizaba el Ayuntamiento para que sus miembros lucieran su petulancia en magnífico tren de tres tiros de caballos ingleses…


Pocos años han pasado desde entonces, y aquella costumbre ha sido desterrada, no para siempre, porque vendrá un día en que podamos adaptarla a nuestro medio, y ese día será aquel en que la desigualdad social, por la que el pueblo lucha, haya acabado definitivamente con la aristocracia…es la gleba, la eternamente sufrida clase proletaria, la que solemniza el primero de Mayo, para honrar la memoria de aquellos trabajadores muertos en Chicago en esa fecha. La burguesía, si acaso existe aún, no toma parte en esta fiesta; permanece inactiva, temerosa de verse arrollada por las multitudes que pasan, tremolando el estandarte rojo y negro, símbolo del trabajo.


Nosotros hemos asistido a esa celebración, fuimos participes de las alegrías de nuestros hermanos obreros, en el desfile que con todo orden llevaron a cabo, la mañana de ayer, por las calles de esta capital. Nos sentimos orgullosos de asistir a la glorificación de Nicolás Orfeán, que pereció durante la invasión norteamericana; nos conmovió cuando presenciamos el depósito de ofrendas florales en los sepulcros que guardan los restos de los mártires del 21 y 22 de abril, en el Hospital San Sebastián, en el Edificio de la Escuela Naval y en el Muelle Fiscal.


Escuchamos con recogimiento las oraciones fúnebres y las patriotas arengas de los obreros a los desaparecidos; de los trabajadores a sus hermanos que luchan por el engrandecimiento de su clase… y sentimos latir nuestro corazón con más ímpetu, cuando llegaban a nuestros oídos las estrofas al Himno Obrero…

El verbo rojo es el que despertó a la fiera que permanecía adormecida por el narcótico que le hicieran absorber sus opresores; y, a su influjo, el obrero comprendió que podía ser grande, respetado, y que únicamente necesitaba armar su conciencia con la energía y su mano con la tea incendiaria que todo lo destruye, pero que todo lo purifica…


En esos momentos, los batallones obreros -Rojos- estaban luchando con valentía en contra de la División del Norte en los campos del Bajío mexicano. Tras el triunfo del constitucionalismo, los obreros esperaron que Carranza cumpliera su promesa de manera expedita, sin embargo, el Primer Jefe solo emitió algunos circulares que resultaron insuficientes. Carranza pensó que las reformas sociales profundas se llevarían acabo durante la redacción de una nueva Constitución.

La clase trabajadora no quedó conforme y el nivel de las protestas aumentó hasta que, el 31 de julio de 1916, varios sindicatos llamaron a una huelga general en la Ciudad de México. Carranza actuó con dureza, clausuró la Casa del Obrero Mundial y amenazó con fusilar a los principales líderes. La lucha de la clase obrera mexicana por sus derechos continuaría por varios lustros más durante los gobiernos post revolucionarios y neoliberales del siglo XX y principios del XXI.

Algunos miembros de la casa del Obrero Mundial, simpatizantes de la causa constitucionalista. 1915. Imagen tomada del libro: Gustavo Casasola, Historia Gráfica de la Revolución Mexicana, 1900-1970, Tomo 3. México, Editorial Trillas, 1973. p. 986

Via INEHRM

Por PanchoVillaMx

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