Rodolfo Fierro muere ahogado en la Laguna de Guzmán

13 de Octubre de 1915 muere ahogado Rodolfo Fierro en la Laguna de Guzmán.

Al llegar a Casas Grandes, Chihuahua, terminaban las vías férreas, hasta ahí era el viaje en tren, su destino era Sonora, las fuerzas villistas ya montadas encaminan sus pasos rumbo al Cañón del Púlpito, la nieve endurecida hacia imposible que las cabalgaduras caminaran con seguridad, algunas resbalaban sobre las rocas endurecidas por la nieve, los deshilachados restos de la División del Norte, los pocos soldados que no se habían rajado después de aquellos combates de Celaya, ¡qué más da! Y una contracción de labios que era desdén para la vida y un reto para la muerte.

Frente a Casas Grandes, a poco andar, hay una laguna grande pero poco profunda, debido al frío en algunas partes se podía apreciar una ligera capa de hielo, el grueso de aquella columna prefirió dar la vuelta por tierra firme, que atravesar aquellas aguas sospechosas y traicioneras, sólo un grupo de arriesgados villistas se atrevieron a querer pasar por el centro de aquella laguna.

Al frente de aquellos hombres, iba un hombre alto, con el sombrero tejano, rostro oscuro completamente afeitado, cabellos lacios, manos poderosas y aferrado a su caballo con aquellas piernas que parecían garras de águila.

Era el general Rodolfo Fierro, «éste es el camino para los hombres que sean hombres y para los caballos que sean caballos«, gritaba Fierro haciendo que su caballo penetrara en aquel lago de aguas negras cuyo fondo era de cieno aun más negro que la noche.

Iba cargado de oro, en sus alforjas, en su cinto de víbora, bolsas llenas de oro en la cabeza de su montura, por todos lados llevaba oro, serían cien o doscientos metros el caballo empezó a resoplar, ya no alcanzaba tierra firme solo lodo, un soldado le grita «mi general mejor nos devolvemos los caballos ya no pueden seguir» la voz de trueno de Fierro contesta «¡que devolvernos ni que un demonio…! ¡Me canso de pasar por este tal por cual charco!. El que tenga miedo que se raje y de media vuelta… no se vaya a dar un baño ja ja j aja con aquella risa, que todos le conocían.

Así continuó avanzando hasta que su caballo ya no pudo moverse y empezó a hundirse, entonces sintió miedo, un espantoso miedo, volteó a ver la columna que iba por tierra firme muy lejos para que lo ayudaran, y grita a los más cercanos:

«Epa ¡Imbéciles! A ver si hacen algo…. O que piensan dejarme aquí atascado en el soquete, buíganse demen un jalón

Pero aquellos hombres no se movieron, «¡una reata!… échenme una reata!«. Les doy una bolsa de oro a cada uno, pero ayúdenme a salir. Algunos aventaron la reata pero muy sin ganas, instantes después se fue hundiendo hasta desaparecer por completo, los hombres aquellos volvieron grupas y más tarde ya en el campamento murmuraban entre sí «¡lástima de oro ¡» «¡lástima de caballo!» Pero del hombre nadie dijo nada.

Francisco Villa, al enterarse de la muerte de Fierro, exclamó «nadie en el mundo pudo quitarle la vida a Fierro, y este charco desgraciado se la quitó.«

Rodolfo Fierro y Francisco Villa

Así terminó la vida un hombre violento como todos los hombres que participaron en la Revolución.

Crédito Rafael f. Muñoz » oro, caballo y hombre»

Por PanchoVillaMx