¿Recuerdas aquellas estaciones de trenes de la capital?

¿Qué noviazgo puede ser duradero entre campanadas centrífugas y silbatos febriles?”, expresó el poeta jerezano Ramón López Velarde en su poema “No me condenes”, sobre “su novia muy pobre” que vivía “en un suburbio contiguo a la estación de los ferrocarriles”.

Esta pudo ser una historia entre tantas que ocurrían en las inmediaciones de las estaciones del ferrocarril que poco a poco fueron colmando el Distrito Federal desde la segunda mitad del siglo XIX, al calor del crecimiento urbano y la necesaria movilidad entre las diversas ciudades y pueblos por donde quedaron tendidos los millones de durmientes que atravesaban el país, desde el golfo de México hasta el Pacífico, y desde el sur de la República hasta Ciudad Juárez.

Así también, el intercambio de mercancías, festividades, tradiciones, servicios y más fue tan nutrido como el de las historias de vida que transcurrían a la par de los relojes que aguardaban las llegadas o apresuraban las salidas en los amplísimos patios y pasillos, por lo general techados, de las estaciones del DF.

Y tú, ¿recuerdas alguna antigua estación de trenes?

Por PanchoVillaMx