Pancho Villa y la desaparición de «El gringo viejo»

A fines de mayo de 1913, un hombre que empezaba a sentir la vejez sobre su espalda le escribió una carta a un amigo diciendo:

«Intento ir a México, dónde gracias a Dios, algo se está haciendo y en general quizás a América del Sur»

Era un escritor famoso. sus «Obras reunidas» acababan de ser organizadas para su publicación y parecía estar en paz con la literatura, aunque quizá no tan bien con la vida, que había sido un desastre últimamente. Llevaba mucho tiempo separado de su mujer, sus dos hijos habían muerto, uno por suicido después de una relación amorosa fallida y el otro por una profunda intoxicación alcohólica.


Ambrose G. Bierce, autor de los muy famosos «Cuentos de soldados y civiles» y «El diccionario del diablo», le cedió los derechos de su tumba en California a su hija Helen (clara señal de que no pensaba ser enterrado allí), recorrió los lugares en los que había luchado durante la guerra civil y viajó hacia el sur.


Llegó a Nueva Orleans el 24 de octubre y en una entrevista anunció que había dejado de escribir y se marchaba hacia Sudamérica. La palabra México debió haber sido mencionada porque le preguntaron:

-¿Por qué va a México?

-Me gusta el juego, quiero verlo.

El «juego» era la revolución.


En algún momento de su viaje escribió: «Quiero bajar y ver si los mexicanos pueden disparar derecho». A fines de noviembre cruzó el río en El Paso hacia Juárez y se dice que obtuvo credenciales de observador de las tropas villistas, aunque nadie en el cuartel general parecía recordarlo y ninguno de sus colegas periodistas lo vio. Curiosamente, a Bierce no le gustaba Villa; alguna vez había dicho que era un bandido sin mayor interés.

Se dice que estuvo en Tierra Blanca, pero de ser así, llegó tarde a la batalla. Aún así se cuenta que no sólo estaba interesado en observar la batalla sino que participó en ella y que después de haberse burlado de unos combatientes adolescentes, tomó un rifle, apuntó y mató a un soldado federal a cierta distancia

Friedrich Katz dice que los revolucionarios estaban tan encantados que le dieron al viejo un sombrero villista como premio por su puntería.
Se cuenta que llegó a Chihuahua el 16 de diciembre de 1913 con 1,500 dólares en las alforjas, en los días en que Villa era el gobernador.

Carothers y Lechter nunca lo vieron ahí, tampoco lo vieron los restantes reporteros estadounidenses, sus colegas, que sin duda lo hubieran reconocido, no en balde el viejo era todo un personaje a sus 71 años.


Se cuenta que envió una carta a la esposa de su sobrino el 26 de diciembre, pero la carta desapareció luego; en ella decía:

«Trenes llenos de tropas salen de Chihuahua diariamente. Espero ir el día que viene a Ojinaga parcialmente por tren», y añadía: «Si oyes que me pusieron contra una pared de piedra mexicana y me hicieron harapos a tiros, toma nota de que pienso que es una buena manera de partir de esta vida, mucho mejor que morir de viejo, de enfermedad o caer de las escaleras del ático. Ser gringo en México ¡es eutanasia!»

Muchos piensan que en esa carta no fue escrita en Chihuahua sino en El Paso, que Bierce nunca cruzó la frontera y se la dio a alguien para que la enviara desde México. Si es así, ¿cómo sabía que las tropas villistas se estaban moviendo hacia Ojinaga?


Se asegura, y con razón, que el invierno era muy severo, que la primera parte del viaje se podía hacer en ferrocarril hasta San Sóstenes, luego había que viajar a caballo, en auto o en coche de mulas. Un clima así tuvo que haber afectado a Bierce, que sufría de ataques de asma. Algunos dicen que murió por enfermedad y que le quitaron el dinero que traía encima y lo enterraron en cualquier sitio.


Norman Walker, el reportero de El Paso Herald que cubría para su periódico la batalla de Ojinaga, estaba convencido de que Bierce nunca había estado allí, pero el capitán Salvador Ibarra, de la brigada de Toribio Ortega, recuerda haberlo acompañado cuando comenzaba el sitio, aunque lo perdió de vista.

El capitán Emil Holmdahl oyó que habían matado a «un gringo viejo» durante la batalla, pero Holmdahl, herido en Tierra Blanca, no estaba en Ojinaga. Gregory Mason dice que vio a un gringo con barba en el Estado Mayor de Villa, pero Bierce no tenía barba. Carothers investigó con Villa y este negó concoerlo. Braddy preguntó años mas tarde a viejos villistas y nadie lo reconoció.


Se dijo que había muerto de una bala o de enfermedad en Ojinaga, que muchos de los muertos fueron quemados con queroseno frente a la iglesia de Jesús; otros simplemente cubiertos de vigas y fragmentos de las casas destruidas. o enterrados en las trincheras.

Y así desapareció.


Su desaparición causó un enorme revuelo, el gobierno de Estados Unidos abrió una investigación oficial que tuvo ecos en el gobierno de Carranza, entre todos los periodistas estadounidenses que seguían a la División del Norte e incluso entre las tropas de Villa. Nada. Bierce, en consistencia con su vida y su literatura, se había desvanecido.

Paco Ignacio Taibo II. Pancho Villa, una biografía narrativa.