Monolito de la Diosa Coyolxauhqui recién descubierta en la Ciudad de México
El Arqueólogo Gerardo Cepeda (de camisa de cuadros) con otras personas de prensa y Monolito de la Diosa Coyolxauhqui recién descubierta en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina de la Ciudad de México 1978
A coro y sin salir por completo del asombro, el equipo de arqueólogos que trabajó casi 12 horas continuas —de las 17:00 del día anterior hasta las 4:30 de la madrugada— para descubrir a Coyolxauhqui, empezó a entonar Las mañanitas el 28 de febrero de 1978 para la diosa mexica de la luna, que resurgía de la tierra después de 500 años.
Atrás habían quedado las especulaciones: ni Huitzilopochtli, ni Quetzalcóatl, ni Tláloc… “de Coyolxauhqui sólo se conocía una representación, la cabeza de diorita que se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, pero nunca imaginamos que existiera una imagen completa de la deidad y con todas las características que refiere el mito”.
“Los arqueólogos Felipe Solís y Gerardo Cepeda comenzaron a dilucidar su identidad y para corroborarlo, Gerardo, quien vivía a unas cuadras de las esquina de Guatemala y Argentina, en el Centro Histórico, fue a su casa y trajo un libro en el que aparecía la descripción”.
Luego de retirar 15 centímetros de sedimento prehispánico, se vislumbraba en su totalidad un monolito de más de 3 metros de diámetro y 8 toneladas de peso, con un relieve que mostraba a la diosa decapitada y mutilada de brazos y piernas. Estaba como fue colocada entre 1469 y 1481 d.C., al pie del que fuera el adoratorio de Huitzilopochtli, el hermano solar que la derrocó.
Entre los 17 arqueólogos (algunos todavía alumnos) que se encargaron de este agotador descubrimiento y quienes poco más tarde estarían celebrando con un desayuno en el café de chinos El Popular —en la calle 5 de Mayo—, se encontraban también Samuel Mata, Carlos Salas, Román López, Guillermo Ahuja, Francisco Hinojosa y, claro, Carmen Chacón.
“La que se ornamenta las mejillas con cascabeles”, es el significado en español del nombre de la Coyolxauhqui, pieza escultórica emblemática de la cultura mexica, que fue descubierta el 21 de febrero de 1978 en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México. La deidad, relacionada con la luna, es una de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina.
En el monolito hallado hace 42 años, la diosa aparece desnuda y desmembrada, porque aludía a una de las últimas etapas de la derrota de los enemigos, que consistía en despojarlos de sus ropas.
Según el mito, Coyolxauhqui era la dirigente del grupo Huitznahua, uno de los barrios que salieron de Aztlan, quienes al llegar al cerro Coatepec se enfrentan a Huizilopochtli, su hermano, quien los derrota y a ella la decapita y arroja, quedando desmembrada al pie del monte.
De casi 8 toneladas y 3.25 metros de diámetro, la pieza prehispánica ya era mencionada en las crónicas de Diego Durán, Tezozómoc y fray Bernardino de Sahagún, como parte del panteón mexica, pero fue hasta la década de los años 70 cuando se descubrió la más grande de las seis esculturas de la deidad que hasta el momento se han hallado.
La pieza de andesita rosada en forma discal se encontró de manera fortuita cuando una cuadrilla de la Compañía de Luz y Fuerza laboraba a más de dos metros de profundidad en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina. Estaba cubierta por arenilla y un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la desenterró luego de permanecer en el subsuelo por 500 años.
Este hallazgo detonó el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, a partir del cual surgieron nuevos descubrimientos de representaciones de la diosa lunar. Una de ellas es la realizada en piedra de tezontle con la que armaron las piernas, brazos y tórax, y que corresponde a una fase constructiva anterior del Templo Mayor.
Otro ejemplo del arte mexica es la escultura monumental de diorita, que se encontró a mediados del siglo XIX, cuando se edificaba una casa en la calle de Santa Teresa, hoy Guatemala. La identificación la hizo el antropólogo Eduard Seler, quien vio los cascabeles de oro en las mejillas, portaorejeras y los plumones en el pelo destinados al sacrificio. Sus ojos entrecerrados corresponden a la deidad ya decapitada.
Texto: INAH
Por PanchoVillaMx