El 3 de octubre continuaron las discusiones en la tercera sesión de la Convención revolucionaria en la Ciudad de México. La polémica sobre la legitimidad del voto de los civiles en la reunión fue uno de los temas principales del día.

El general Eduardo Hay se opuso a que los civiles participaran y expuso sus razones, las cuales fueron transcritas en el Diario de los Debates:

Pasó en seguida, el general Hay, a tratar otro punto que consideró ligado en cierta forma con el enunciado: “Actualmente -dijo- se encuentran entre nosotros elementos civiles, como representantes de varios militares que no han podido concurrir a la Convención.

Acerca de la presencia de esos elementos, yo me digo: ¿van a discutir los civiles con el criterio de los militares en cuya representación vienen? No podrán hacerlo. No podrán comprender los anhelos de los que padecieron hambre y sed y expusieron sus vidas en los campos de batalla.

Y si por el contrario: ¿esos civiles van a discutir con su reconocido talento, con su facilidad de palabras, con sus artimañas legalistas? Y esto no quiere decir -continuó el general Hay- que no niegue que algunos civiles no sientan la Revolución; tal vez sientan e indudablemente que podrán expresarla mejor que nosotros los militares.

Y esto no se tome como antagonismo ni mala voluntad hacia los civiles, porque soy civil. Soy un elemento civil, un ciudadano armado. No soy militar. Pero vamos a cuentas: ¿Por quien fue derrocado Huerta? Por el elemento militar, indudablemente. Los militares habrán triunfado sin la ayuda de los civiles.

Y si el triunfo fue de los militares, a ellos, exclusivamente, debe dejarse la resolución de los asuntos de la Patria.

Ellos son los únicos que tienen derecho a resolver lo que defendieron con su espada.
Yo creo que es honrado y que no es indecoroso, por parte de los militares, exigir que se les reconozca el derecho de ser los únicos que implanten el nuevo gobierno, emanado de la Revolución sostenida por ellos.

Y después de que los militares hayan llevado al terreno de los hechos los ideales de la Revolución, cuando los ideales por que pelearon bravamente estén resueltos, los civiles podrán venir a completar la obra, sin rencores y sin resentimientos.”


Terminó el general Hay: “Compañeros, y al decir “compañeros” comprendo a los civiles y a los militares, os suplico que esta cuestión sea discutida con entero detenimiento y cordura, porque aquí está el enemigo. El enemigo de la Revolución no está en la División del Norte, no; el enemigo puede esconderse bajo la ropa del civil que no ha sido luchador, al menos de los muy conocidos.

Aquí se ha denunciado a un civil que no solo no es nuestro amigo, sino que es contrario a nuestra causa: que es un enemigo.

Él nos dice que simpatiza con nuestros ideales, ¿vamos a creerlo, tan sólo porque él lo afirme? ¿Quién nos demuestra que no se trata de un amigo de Huerta, de Pita o de Mondragón? Sólo ellos podrán dilucidar este punto abandonando el salón.

Y los otros, nuestros amigos, pertenecientes al elemento civil, que permanezcan en la sala, deberán decirnos: -Tenéis razón, vosotros luchasteis en los campos de batalla, vosotros debéis resolver la situación que habéis creado, y cuando hayáis terminado vuestra obra, entonces nosotros estaremos para cuidar los detalles que falten.”

En la discusión, el general Álvaro Obregón se opuso a la expulsión de todos los civiles de la Convención, al señalar que civiles como el senador Belisario Domínguez dieron su vida en defensa de la causa.

Recomendó que se revisaran a conciencia las credenciales de quienes decían representar a los generales para evitar que el elemento reaccionario se infiltrara en la Convención.

Muchas credenciales de civiles o generales de “última hora” fueron desechadas durante el transcurso del día.

General Eduardo Hay. Ca. 1913. Colección Elmer y Diane Powell. Universidad Metodista del Sur.

Via INEHRM

Por PanchoVillaMx

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