Todo inicia en tiempos del segundo imperio mexicano (1864-1867), cuando a muchos platillos regionales se les añadió crema y quesos europeos.


Los cocineros del emperador Maximiliano hacían adecuaciones a las recetas mexicanas para que fueran del gusto del gobernante y reducir el picante. Y no me refiero al chef Josef Tudos o al cocinero Gräf, sino al modesto mayordomo Rodrigo Llanes.

Al caer el imperio en junio de 1867, Llanes se estableció con su familia en Coahuila llevando con él su recetario. Esto lo narra el chef propietario del restaurante Jolgorio, bisnieto de este cocinero o mayordomo.


Pasaron los años, y al estallar la revolución mexicana, el “cocinero imperial” regresó a la CDMX con su familia huyendo de la guerra.

En esta ciudad abrió el CAFÉ IMPERIO donde preparaban muchas de la recetas que degustaba Maximiliano de Habsburgo, tales como el Panqué Imperio o el platillo Dientes de Odalisca, que en realidad eran esquites con crema y queso.


Así como las enchiladas de pollo en salsa verde con crema y queso granitado, las emblemáticas Enchiladas Suizas.

Se cuenta que el nombre viene porque el queso le recordaba al emperador la nieve que cubría los alpes suizos, o porque el nombre era muy “avant garde”, cuando todo lo francés estaba de moda en el Porfiriato.

El Café Imperio acabó cerrando sus puertas, muchos de sus clientes comenzaron a sugerir que las prepararan en otros restaurantes populares de la capital, entre ellos el agonizante Jockey Club en el antiguo palacio de los Condes del Valle de Orizaba, mejor conocido como Casa de los Azulejos.

A partir de 1917, los hermanos Walter y Frank Sanborns rentarían este lugar donde las popularizaron y perfeccionaron, convirtiéndose en un platillo icónico mexicano.

Por PanchoVillaMx