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1º de junio de 1915. La batalla de Trinidad

Tras varios días de escaramuzas, la División del Norte inició un furioso ataque a las posiciones obregonistas, con la finalidad de hacerlos retroceder hacia el centro del país. El 1º de junio de 1915, de acuerdo con historiadores especialistas en villismo, inició la batalla de Trinidad.

El general Álvaro Obregón, en sus memorias, Ocho mil kilómetros en campaña, describió los movimientos en contra de las fuerzas del general Francisco Villa:

“Ese día, ordené al teniente coronel Salinas que mandara emplazar, dentro de nuestro cuadro y trente a San Gregorio, (pequeño rancho, que forma un triángulo con Santa Ana y La Loza), 4 cañones. (El teniente coronel Salinas era ya el Comandante general de la artillería expedicionaria, por disposición del Cuartel General, dictada el 24 de mayo, para substituir al general Kloss, quien fue comisionado para salir a Guadalajara, a encargarse de la fabricación de granadas para nuestra artillería).


“Con el dominio de nuestras caballerías por la columna de caballería enemiga, la situación se había hecho bastante crítica, y me presentaba un problema de difícil solución: tomar la ofensiva al siguiente día era casi imposible, debido a las condiciones en que habían quedado nuestras caballerías; evacuar la hacienda Santa Ana y reconcentrar las caballerías, dentro del cuadro de las infanterías, para darles descanso y municiones, era inconveniente, dada la necesidad que teníamos de conservar aquella hacienda, por ser una de las posiciones más ventajosas, así como porque, en nuestro campamento, se carecía en absoluto de forrajes, y era escasa el agua para un número tan crecido de hombres y caballos; mandar refuerzos de infantería a Santa Ana era posible solamente retirando algunos batallones de la línea de fuego; y, de cualquier manera, dejar en peligro dicha hacienda, era provocar un fracaso.

En esa difícil disyuntiva, resolví, al fin, evacuar la hacienda El Resplandor, y retirar las infanterías que se encontraban tendidas desde esa hacienda hasta frente a Santa Ana, para reforzar, con ellas, esta última, que es una posición que domina perfectamente el valle, y con ella estábamos en condiciones ventajosas para iniciar desde allí la ofensiva, cuando el enemigo hubiera ocupado las posiciones que evacuarían nuestros soldados esa noche.


“Tomada tal resolución, inmediatamente di las órdenes para que esa misma noche se llevara a cabo la retirada de nuestras tropas de El Resplandor, y se hiciera su reconcentración a Santa Ana; y como se tratara de un movimiento tan delicado e importante, comisione al teniente coronel Aarón Sáenz y al capitán 1.º Benito Ramírez G., ambos de mi Estado Mayor, para que, personalmente, vigilaran la ejecución de mis órdenes, hasta quedar terminada la reconcentración a Santa Ana de los Batallones 8.º y 20.º de Sonora, que deberían retirarse de El Resplandor. Ese movimiento se llevó a cabo con todo sigilo y rapidez, durante la noche, hasta las dos de la madrugada.


“Aquella misma noche llegaron a mi Cuartel General los generales Murguía y Castro, y después de narrar, con entereza y claridad, los acontecimientos del día, se regresaron a sus campamentos, yendo satisfechos de la determinación tomada por mí de reforzarlos con infanterías para que, aunque fuera por partes, dieran el necesario descanso a sus caballerías. En la misma noche, el general Murguía me hizo un pedido de cartuchos y provisiones, habiéndole remitido reducidas cantidades de unos y otras, debido a que estos elementos empezaban ya a escasearse en nuestros depósitos.

En el transcurso de la noche, fueron continuos, y a veces muy nutridos, los tiroteos en distintos puntos de la línea, aunque no llegaron a tener las proporciones de un ataque formal. Nuestras posiciones de Santa Ana no fueron hostilizadas. En el día de los acontecimientos relatados, pudimos darnos exacta cuenta del efectivo del enemigo, debido a que de los puntos dominantes en que estaba emplazada nuestra artillería, y de las posiciones del general Martínez, observamos perfectamente bien los movimientos y la importancia de las columnas que los hacía”.

El desenlace de esta batalla marcó el rumbo definitivo de la Revolución, la División del Norte sería derrotada y obligada a retirarse. El 3 de junio, el general Obregón perdería su brazo derecho en un ataque a su cuartel general de la hacienda de Santa Ana del Conde, pero sus fuerzas, al mando del general Benjamín Hill, expulsarían a los villistas del Bajío, marcando así el final de la gloriosa División del Norte.

Carros del ferrocarril transportando soldados yaquis hacia los combates de Celaya. 1915. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Via INEHRM

Por PanchoVillaMx

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