Ignacio Parra inició su vida de bandolero aproximadamente a los 20 años de edad, su familia fue muy amiga de Heraclio Bernal, al que le aprendió a realizar largas jornadas montado a caballo.

Acompañado de su banda cometía un atraco en un lado y aparecía en otro a leguas de distancia, dificultando a las autoridades su captura.


La banda se componía de su hermano Matías, su primo Vicente, Refugio Alvarado, José Solís y Doroteo Arango; quien ingresó a la banda en 1896 cuando contaba con 18 años.


Parra y su banda cometieron sus fechorías por los rumbos de Guatimapé, Canatlán y San Juan del Río, pertenecientes al municipio de Santiago Papasquiaro, estado de Durango.

Francisco Villa trabajo como minero en Parral, Chihuahua hacia 1898. Aparece en la fila superior, el segundo de izquierda a derecha. Por esas fechas quizá usará el nombre de Doroteo Arango o algún otro.


Durante ocho años fueron el terror de la Sierra Madre, robando y asesinando comerciantes y arrieros.


Entre 1896 y 1897 Doroteo Arango tuvo muchos problemas con Refugio Alvarado; su carácter agresivo y sanguinario acabó con la paciencia de Doroteo hasta que terminó matándolo.


Doroteo dejó la banda en noviembre de 1898 cuando José Solís mató a un viejo que vendía pan.


Antes, en octubre del mismo año las autoridades de la región cansados de las fechorías de la banda, dieron órdenes al jefe de rurales Octaviano Meraz de capturar a Parra, vivo o muerto, Meraz tenía la fama de haber dado muerte a Heraclio Bernal en enero de 1888.


Ocho hombres lo acompañaron en esta misión, a lo largo de 23 días se hicieron pasar por arrieros, cabalgando de noche y descansando de día siguieron los pasos de Parra por los rumbos que frecuentaba, había rumores de que se escondía en la Sauceda, Meraz, dejó 4 hombres vigilando el cerro de la Calavera y con los otro cuatro se dirigió hacia Puerto de la Cruz, donde, por un golpe de suerte los avistaron; tomandolos por sorpresa les dispararon sin darles tregua, hiriendo de muerte a Parra.


Ignacio Parra murió por los disparos de los rurales, el 23 de noviembre de 1898, un tiro entró por su espalda, otro en glúteo, otro por el costado y uno más atravesó sus dos muslos. Matías, Vicente Parra y José Solís, lograron escapar ilesos debido a lo accidentado del terreno.

Por Jorge Cabrera Vargas.