Fusilamiento de zapatistas “en caliente”, nueva orden carrancista

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10 de marzo de1915. Fusilamiento de zapatistas “en caliente”, nueva orden carrancista
La prensa carrancistas celebró las victorias obtenidas contra las partidas zapatistas y villistas a lo largo del país. También señaló a sus enemigos como asesinos desalmados y propagó escenas de violencia contra la población de la ciudad de México. En un primer momento, los carrancistas intentaron evidenciar a los zapatistas y villistas como reaccionarios y traidores a la Revolución a través de artículos periodísticos.
En marzo, el vocero oficialista El Pueblo una y otra vez reiteró: “los reaccionarios del Norte y del Sur de la República, en criminal consorcio con los soldados del cuartelazo y la usurpación, luchan desesperadamente por resucitar los fatídicos tiempos de los fueros y privilegios; tiempos malditos en que un grupo privilegiado era dueño absoluto de las conciencias, del honor y de los intereses del pueblo”.
La propaganda constitucionalista también insistió en exhibir las carencias ideológicas y políticas del enemigo, así lo hizo con la partida de 72 zapatistas “de calzón blanco”, comandada por el coronel Francisco Muñoz Santarriaga, capturada en Amozoc en los últimos días de 1914.
El general Álvaro Obregón los mandó prisioneros a Veracruz, donde se les sometió a un Consejo de Guerra en el Teatro Principal de la ciudad. El coronel Francisco L. Urquizo, testigo de estos hechos, recordó años después en su libro “Recuerdo que…”:
“Santarriaga se defendía brillantemente, era un hombre de aspecto de leguleyo plueberino, acostumbrado a argumentar y de fácil palabra. Trataba de convencer al jurado de que no había sido cogido prisionero sino de que se había desertado de los zapatistas para irse a sumar a las filas constitucionalistas con quienes simpatizaba grandemente […] las palabras salían a torrentes de su boca, sonoras, convincentes, a veces como ruegos, en ocasiones como latigazos.
Era toda su persona un vehemente deseo de vivir y la fuerza de su voluntad se manifestaba en palabras llenas de convicción. Al final de un arranque de oratoria, como un último recurso, como una postrera esperanza, lanzó enardecido un grito que resonó potente en el salón: “¡Viva Carranza!” “¡Viva!” le contestaron los que habían sido, los que aún eran sus subordinados.
“La deliberación del Consejo fue breve; hubo apenas unos minutos de nerviosa espera. La sentencia fue también muy breve: el general Santarriaga, a pena de muerte; todos los demás, en libertad. […] La sentencia debía de llevarse a cabo a las tres de la tarde, hora precisa en que se cumplían las veinticuatro horas que marca la Ordenanza General del Ejército. Había sido designado el Médano de La Libertad, el mayor y más cercano al puerto, para que en su falda fuera el fusilamiento. […]”.
Durante el consejo militar, el público se manifestó en favor del procesado con aplausos y bullicio. La sentencia de fusilamiento provocó reacciones inusitadas en la sociedad porteña, manifiesta en un telegrama enviado al primer jefe solicitando clemencia para el coronel Muñoz Santarriaga, de 31 años:
“Los abajo firmantes, hijos de este pueblo culto de Veracruz, en nombre de la soberanía nacional y el honor de su suelo, suplican a usted con todo el respeto debido, porque tratándose de un hermano nuestro, que el destino quiso que se encuentre en estos momentos expuesto a morir, y en estos días en que la Patria se encuentra agobiada ya de tanta lucha, grita ¡Paz! Rogamos a usted, dejando atrás simpatías y filiaciones, como Supremo Jefe del constitucionalismo y por el honor de sus santas y honorables ideas, tenga piedad como acto de humanidad para el desdichado general Francisco Muñoz Santarriaga, que, como todo Veracruz lo sabe, fue condenado a pena capital. Señor, no dudamos de vuestra generosidad y vuestras buenas ideas, toda vez que se trate de un hermano nuestro, que más tarde se regenerará y será útil a nuestra querida y única patria. Libertad y Constitución. Enero 20 de 1915. Los abajo firmantes.”
Entre los “abajo firmantes” sobresalieron las hermanas Josefina y Teresa O. Hernández, Mercedes Aguirre y miembros distinguidos del magisterio veracruzano. La petición de clemencia de parte del “pueblo culto de Veracruz” fue rechazada con firmeza por el primer jefe. Urquizo también recordó los momentos de Santarriaga en el cadalso: “A la hora suprema el reo habló breves palabras con sinceridad, sin fanfarronería; dijo que era inocente del delito que se le había imputado, que moría por la Revolución. Pidió permiso para dar las voces de mando y se le concedió.”
La entereza con que afrontó su destino fue reconocida incluso por los propios carrancistas. El mayor Primitivo R. Valencia escribió un pensamiento momentos después de la ejecución: “El Ajusticiado. (A propósito de la ejecución del general reaccionario Francisco Muñoz Santarriaga). La salud de la patria lo exigía / mas cual fuera gladiador romano, / no tuvo en la altivez de su agonía / ni un gesto de dolor, ¡fue mexicano! / ¡Oh si del pueblo por la causa santa/ luchando hubiera con el mismo brío/ la patria levantara ante su planta/ el pedestal del héroe… ¡desvarío!/ que aquel que se rebela envilecido/ preparando a la patria negra suerte/ solo merece el premio del olvido/ y por infame y por traidor ¡la muerte!”
El resultado contraproducente de la ejecución del zapatista Santarriaga forzó a los carrancistas a cambiar de táctica. A partir de entonces, “El Pueblo” informó de fusilamientos “en caliente” de prisioneros y heridos tras los combates sostenidos con las fuerzas de los hermanos Domingo y Cirilo Arenas, a los cuales pertenecía el propio coronel Muñoz Santarriaga. A menudo, estas fuerzas fueron batidas en los alrededores de estaciones del ferrocarril o en poblaciones cercanas a las faldas de los volcanes, cuando intentaban cortar las comunicaciones entre Puebla y Veracruz.
“Fusilamiento del coronel zapatista Francisco Muñoz Santarriaga”, Veracruz, enero de 1915, tomada de la red.
Via INEHRM
Por PanchoVillaMx