FELIPE ÁNGELES EN LA CAMPAÑA DEL SUR.
Apenado por haber sido enviado a dirigir la guerra del Sur en el vasto territorio de cinco Estados: México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Guerrero, sin que se me haya permitido unos cuantos días para enterarme del estado de la campaña, sacado violentamente de una ardua tarea de reorganización del Colegio Militar, iba yo en el tren de Cuernavaca escoltado por la tropa del coronel Jiménez Castro.

Avisadas las tropas de los destacamentos de que el nuevo jefe de la campaña iba en el tren, me esperaban formadas a lo largo de la vía. Los soldados parecían sin alientos, amarillos los rostros, sucios y desgarrados los uniformes.

¿En dónde están los cuarteles? pregunté. ¿Dónde duermen los soldados, dónde se protegen de las lluvias?

¡Pobres soldados, vivían a la intemperie en aquellas elevadas cimas de lluvias frecuentes. ¡Casi continuas todo el año! ¡No tener siquiera un pedacito de tierra seca donde echarse, a dormir!

Al llegar a Tres Marías nos encontramos con la novedad de que, en el destacamento, se había capturado a un espía zapatista. Ese acontecimiento está ligado con el acto más trascendental de mi vida. No puedo relatarlo por falta de espacio.

Los oficiales del destacamento estaban indignados, había que colgarlo inmediatamente; no cabía la menor duda de su culpabilidad y no era perdonable la menor vacilación. No hacía mucho tiempo que había ido al destacamento otro espía y una vacilación, una torpeza había hecho posible su evasión. Todos los soldados estaban ebrios, el espía había llevado la noticia al enemigo y los zapatistas llegaron de noche y acabaron con el destacamento.

Biblioteca Antorcha.
Imagen INAH.

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