El Último Golpe: La Caída de Stalin y la Carrera por el Poder

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Después de que Iósif Stalin sufriera un derrame cerebral en marzo de 1953, el Presidente soviético permaneció incapacitado durante días, mientras sus principales asesores dudaban, paralizados sin las órdenes de su líder.

Pasaron más de 24 horas antes de que siquiera llamaran a un médico, y transcurrieron tres días completos antes de que la noticia de su estado saliera de la dacha donde se había desplomado.

Cuando finalmente murió Stalin, la mayoría de los miembros de su círculo íntimo rompieron en llanto, con una excepción notable: Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta soviética, quien parecía casi jubiloso. Los testigos lo describieron como “radiante” y “renovado”, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima.

Beria fue el primero en acercarse al cuerpo de Stalin, besando dramáticamente el cadáver en un gesto que un asesor comparó más tarde con “arrancarle el anillo a un rey muerto”. Luego, sin decir una palabra, salió de la habitación y ordenó a su chofer preparar el automóvil. Al verlo, otro asesor comentó con ironía que Beria claramente “iba a tomar el poder”. En ese instante, la habitación estalló en caos. El resto del círculo cercano —incluido Nikita Jrushchov— comprendió de golpe el vacío de poder en el que se encontraban y corrieron fuera de la sala, en una frenética carrera de regreso al Kremlin.

Por PanchoVillaMx