Por Jesús Vargas


La tarde del 5 de mayo de 1911, las fuerzas revolucionarias instaladas en Ciudad Juárez, conmemoraron la gloriosa Batalla de Puebla con un discurso del presidente provisional Francisco I. Madero, quien después de la celebración, se dirigió a la “Casa Gris”, seguido por sus familiares y varios de sus colaboradores.

Esta Casa Gris a la que ahora se le identifica como la Casa de Adobe, hacía entonces las funciones de Palacio Nacional, donde el presidente recibía informes y despachaba instrucciones.

Era un jacalón de adobe no muy grande, que por la celebración se encontraba atestado con decenas de personas. Entre otros se encontraban Francisco Vázquez Gómez, José María Pino Suarez, los hermanos Federico y Roque González Garza, Juan Sánchez Azcona, Ernesto y Francisco Madero, tío y padre respectivamente del presidente, y los hermanos Gustavo, Raúl y Alfonso.

También se encontraban Venustiano Carranza de Coahuila, Abraham González de Chihuahua, Guadalupe González de Zacatecas, Alberto Fuentes de Aguascalientes, José María Maytorena de Sonora, todos gobernadores provisionales según el Plan de San Luis.

Entre toda la concurrencia, los únicos jefes militares que estaban presentes eran: Raúl Madero, Roque González Garza, Pascual Orozco y Francisco Villa, quienes con cada día que transcurría se desesperaban porque las negociaciones con los representantes de la dictadura no llegaban a ninguna parte, y todo parecía indicar que el presidente Madero ordenaría retirar el sitio sin presentar combate, como sucedió al día siguiente.

En esta reunión, llegó de improviso un personaje a quien casi nadie conocía, salvo el presidente Madero, que lo había visto una sola vez, un año antes. Lo reconoció, se levantó a recibirlo, y con alegría manifiesta se dirigió a todos los presentes:


—Señores, aquí tienen ustedes al gobernador provisional del estado de Sinaloa, el señor ingeniero Manuel Bonilla.


En eso se levantó intempestivamente Francisco Villa, caminó hacia la salida con cara de enojo, probablemente por encontrarse en aquel ambiente dominado por políticos y desde la puerta exclamó con fuerza para que todos lo oyeran:


—¡Humm, ya se volvió esto una mazorca de gobernadores!

*Testimonio de Manuel Bonilla publicado por José Valadez en la revista Mañana.

Por PanchoVillaMx