El Cerro del Tepeyac
Las peregrinaciones al Cerro del Tepeyac tienen cientos de años, incluso se hacen desde mucho antes de que a Juan Diego se le apareciera la Virgen de Guadalupe. Los mexicas acudían a este cerro a venerar a Tonantzin (la madre del mundo prehispánico también llamada Coatlicue).
Los mexicas acudían en diciembre a rendir culto a la fuerza femenina de la fertilidad: Tonatzin, la diosa de hermosa cabellera negra peinada con dos flecos sobre la frente. Las fieles mexicas que buscaban fertilidad imitaban el peinado de la “madre abuela”.
Tonatzin, con falda de caracoles y sandalias de oro puro, fue reverenciada por miles de personas en el cerro del Tepeyac. A ella acudían a ofrendarle atoles, tortillas y tamales.
La Basílica de Guadalupe, localizada en las faldas del cerro del Tepeyac, es uno de los puntos más visitados de la Ciudad de México y del mundo, ya que cada año llegan hasta ahí entre 18 y 20 millones de personas —depende qué autoridad lo diga—.
A partir del siglo 16, ese lugar es uno de los más importes para los católicos de todo el planeta, pero desde antes era un sitio básico para los primeros habitantes del Valle de México.
De Tenochtitlán al Tepeyac.
La ciudad de Tenochtitlán estaba localizada al centro de una laguna, y estaba comunicada mediante varias calzadas con las zonas aledañas, es decir, tenía una serie de caminos construidos con rellenos de tierra para ganarle terreno al agua, y una de las más importantes llegaba al rumbo de Tlatelolco, siguiéndose hasta el Tepeyac.
El Tepeyac es un cerro al norte de la Ciudad de México y forma parte de la cadena montañosa de la Sierra de Guadalupe —que hoy divide a la CDMX y el Estado de México—; para identificarla, basta con buscar el cerro más alto hacia ese punto cardinal y que es fácil de encontrar gracias a las antenas de televisión que tiene en su parte más alta, llamada Cerro del Padre.
“Tepeyac” significa en náhuatl “en la nariz del cerro”, y en tiempos prehispánicos, era un punto importante para temas religiosos y astronómicos.
Un lugar religioso prehispánico.
La calzada que comunicaba a Tenochtitlán con el Tepeyac seguía el trazado de la actual Calzada de los Misterios, y servía para llegar a esa zona que era habitada por algunos indígenas, pero su relevancia consistía en que ahí se encontraba un importante centro ceremonial dedicado a “tonantzin”.
Tonantzin (“mi madrecita” en náhuatl) no era una deidad en particular, sino una especie de nombre genérico con el que se describía a deidades femeninas, como Coatlicue, Cihuacóatl y Teteoinan, las cuales era sumamente adoradas por los mexicas.
Punto astronómico.
Pero también ese punto geográfico servía a los mexicas para identificar la época del solsticio de invierno —el día más corto del año y a partir del cual empiezan a aumentar—, ya que por ahí solía salir el sol durante esa época, es decir, alrededor del 21 de diciembre.
En realidad, previo al solsticio de invierno, el sol permanece estacionado durante el amanecer de varios días en un cerro localizado un poco más atrás en dirección del Tepeyac, conocido como “Papayo”; después, empieza a salir por detrás de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
El punto de referencia para encontrar el lugar clave, visto desde lo que hoy es el Centro Histórico, es precisamente el Cerro del Tepeyac.
Todo esto hizo que el Tepeyac fuera un centro importante para peregrinos en la época prehispánica; y en la Colonia, era una especie de puerta de entrada hacia la capital de la Nueva España.
Así, el Tepeyac ha sido uno de los puntos más importantes de la Ciudad de México desde el inicio de sus tiempos.
Via: Fer Rocksas.
Por PanchoVillaMx