Coronel Mariano Hernández: defensor de los ratamuri, veterano de tres guerras y personaje legendario del norte de México

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Popularmente conocido como “Tata Mariano”, el coronel Mariano Hernández fue una figura emblemática del siglo XIX y principios del XX. Nacido el 18 de diciembre de 1832 en la hacienda de Tutuaca, entonces parte de la jurisdicción de Carretas (actual Gran Morelos), Chihuahua, provenía de una familia originaria de Parral. Su vida estuvo marcada por la lucha, el contrabando, la defensa de los pueblos originarios y una inquebrantable voluntad.
Veterano de la guerra de intervención francesa (1864–1867) y del movimiento revolucionario de Tuxtepec en 1876, alcanzó el grado de coronel de Caballería. Ese mismo año se trasladó a Orizaba, Veracruz, donde se dedicó al contrabando de café y canela hacia Estados Unidos, apoyado por los indígenas rarámuri, con quienes convivió estrechamente, adoptando su vestimenta, lengua y costumbres. También participó en enfrentamientos contra los apaches.
En abril de 1886 encabezó una rebelión en Cusihuiriachi, Chihuahua. Junto a otros pobladores, tomó el control de los fondos de la Depositaría Municipal y de la Federación, además de liberar a los presos locales. No obstante, ante el inminente arribo de fuerzas federales, el grupo depuso las armas pocos días después.
Mariano Hernández contrajo matrimonio en al menos cuatro ocasiones, en lugares como Tutuaca, Santa Ana, Chihuahua e Irapuato, y dejó una extensa descendencia.
A pesar de su avanzada edad, se unió a la Revolución Mexicana como maderista. El 20 de noviembre de 1910, a casi 80 años, se levantó en armas en el rancho Guadalupe de la Saucería, municipio de San Francisco de Borja. Participó en múltiples combates: la segunda toma de Cusihuiriachi, el enfrentamiento de Las Gallinas, la toma de San Francisco de Borja, y las batallas de Río Grande y el Cañón de Bajío Grande en Nonoava.
En 1911, con una partida de 32 hombres, se unió a la columna de Pascual Orozco. Participó en el primer sitio a Ciudad Juárez, escoltó a figuras como Raúl Madero, Guiseppe Garibaldi y Eduardo Hay, y recibió al propio Francisco I. Madero, integrándose a su contingente. Fue protagonista en las tomas de Guadalupe y Villa Ahumada, en el combate de Casas Grandes, y en la histórica toma de Ciudad Juárez en mayo de ese año.
Tras el triunfo maderista, fue nombrado jefe de Armas en Santa Isabel y posteriormente en Satevó. En su gestión, presentó un informe detallado sobre la situación de los indígenas tarahumaras en la región. Posteriormente, en 1913, luchó en la toma de Torreón junto a la División del Norte. Sin embargo, Francisco Villa lo retiró del servicio activo debido a su edad.
Durante años, Hernández actuó como “procurador indígena”, abogando por los derechos agrarios de las comunidades rarámuri. Gracias a sus gestiones, se logró la titulación de tierras para los tarahumaras y la conformación del ejido Tecubichi, en Carichí.
Falleció el 24 de enero de 1923, entre los rarámuri que tanto defendió, en San José Baqueachi, municipio de Carichí, víctima de una complicación urinaria provocada por el consumo excesivo de pinole. Su tumba se encuentra en ese mismo poblado.
En una de las imágenes más conocidas de él, aparece con un machete y la piel de un animal que habría cazado, evocando el episodio en que, tras ser apresado por las autoridades porfiristas, fue abandonado en Valle Nacional, desnudo y armado solo con ese machete, con la intención de que no sobreviviera. Contra todo pronóstico, vivió más de 90 años.
