Concluye el año de Francisco Villa
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Por Jesús Vargas
Concluye el año de Francisco Villa decretado por el gobierno del presidente López Obrador, pero no concluye su presencia en los pensamientos antagónicos, ni en las investigaciones y nuevos descubrimientos referentes a su poderosa presencia como niño, bandolero, revolucionario y jefe de una comuna agrícola del norte de Durango.
Al respecto adelanto que se quedaron en mi computadora muchos temas que seguiré tratando en las próximas semanas y meses en la columna de Estampas villistas donde dejé pendiente, por lo pronto, la semblanza de los Herrera: Maclovio y Luis, porqué sostengo y trataré de demostrarlo documentalmente que cometieron traición.
Me faltó publicar el comportamiento del farsante periodista Hernández Llergo, sus intervenciones en El Universal, no solamente en lo que respecto a los hechos del 20 de julio de 1923, sino a otros datos que publicó en el mismo periódico después del asesinato.
Otro tema que abordaré: Francisco Villa en Canutillo disfrutando por una sola vez en su vida las actividades del campo como cualquier campesino y la relación con Austreberta Rentería, como cualquier marido y padre de familia.
Dedicaré un artículo también a la novela de Mariano Azuela «Los de Abajo» que se utilizó en México y en el extranjero para mostrar un villismo revolucionario que se inventó el novelista y que le valió el pedestal de hijo predilecto de los políticos y gobernantes enemigos malintencionados de la figura del general.
No dejaré de insistir en que la figura de Francisco Villa en la historia se ha construido a través del maniqueísmo impulsado por los gobiernos posrevolucionarios y también por los medios de comunicación de Estados Unidos: periodismo, televisión, cine.
Para concluir estos adelantos dejo escrito que los historiadores que denostan e injurian a Francisco Villa son, por una parte, los mismos que añoran la figura de Iturbide, Maximiliano y Porfirio Díaz de la misma manera que lo hacen historiadores fanáticos del catolicismo que no le perdonan su ateísmo.
Por Jesús Vargas