Se buscó reanudar el diálogo con Zapata

7 de agosto de 1912. El nombramiento del general Felipe Ángeles como encargado de la campaña militar en el estado de Morelos fue un cambio de estrategia del gobierno de Francisco I. Madero, en donde se dio prioridad al diálogo para lograr la pacificación. El 7 de agosto, a modo de burla, El Imparcial dio la noticia del reinicio de las negociaciones con los zapatistas:


Aunque oficialmente no se ha querido hacer ninguna declaración, en fuentes particulares hemos sabido que el Gobierno ha resuelto con Zapata emplear mejor la política que los fusiles, y que ya está en tratos para conseguir la rendición condicional del jefe de la revolución del Sur, Emiliano Zapata.

El revolucionario suriano, después de una lucha incesante de más de un año, ha accedido a recibir a los representantes del Gobierno. La paz o la continuación de la guerra en el Estado de Morelos, dependerán de la conferencia que el día de mañana se efectuará en “El Jilguero,” punto escabroso de la sierra que ha sido escogido para que en él se cambien las proposiciones de paz. El principio de las negociaciones de paz se hizo por medio del señor Francisco Creyve Sarrazín francés de origen, a quien comisionó el señor Presidente de la República para apersonarse con Zapata y hacerle ver la necesidad de que depusiera las armas.


El señor Creyve salió de México hace varios días en busca del campamento revolucionario de Zapata. Tras muchas averiguaciones y no pocas dificultades, el enviado oficial, que se fingía representante de periódicos metropolitanos, logró llegar al cuartel general de los rebeldes, establecido en el Real de Huautla, un anfiteatro de altas montañas donde sólo se puede llegar por veredas intrincadas. El señor Creyve, ya estando ante Zapata, no tuvo vacilaciones en decir que iba en representación del Gobierno, y que su misión era patriótica, pues buscaba en términos que convinieran a los rebeldes, el fin de la desastrosa guerra del Sur.


Zapata no recibió mal al comisionado oficial. Habló largamente con él, manifestándose con cierta cautela en cuanto a los propósitos revolucionarios, y terminó en convenir la celebración de una conferencia que, como decimos más arriba, se efectuará en “El Jilguero” el día de mañana, aunque se manifiesta desconfiado por lo que propone el Gobierno. Para tal fin, Zapata moverá sus fuerzas hacia ese punto. Cuando el enviado oficial estuvo en Real de Huautla, estaba en ese mismo punto, recibiendo instrucciones de Zapata, el jefe revolucionario Jesús H. Salgado, que opera con sus fuerzas en el Estado de Guerrero. Salgado no se manifestó dispuesto a la rendición, y dijo que continuaría la guerra, aunque fuera por cuenta propia.


Hace mucho tiempo que se habla de un maestro de escuela que funge como consejero de Emiliano Zapata. Este maestro de escuela se apellida Montaño, y vivía tranquilamente en Cuautla, de donde salió con Zapata cuando éste lanzó el grito de rebelión. Montaño, al decir de los que han estado con Zapata, ejerce una gran influencia en el ánimo del revolucionario suriano, y a él debe de seguro el Atila, las citas que, de grandes autores, como Víctor Hugo y Kropotkin, hace en sus cartas y documentos, y que parece retratan el espíritu del que antes solamente era humilde peón de las Haciendas del señor de la Torre.

Montaño se opone a la rendición de las huestes morelenses. Al comisionado oficial lo vio con malos ojos, y parece que ha tratado de inducir a Zapata á que rechace las proposiciones de los delegados del Gobierno.


Desconfiado, Emiliano Zapata desairó la propuesta de paz, debido a la justificada desconfianza al gobierno de Madero. A pesar de ello, la actuación de las fuerzas de Felipe Ángeles fue bien vista por algunos jefes zapatistas, ya que se evitó derramar sangre inocente, por lo que se abrió de nuevo la posibilidad de negociar con el gobierno.

Emisarios de Zapata en el campo de El Jilguero. Agosto de 1912. © (656895), México, Secretaría de Cultura – INAH – Sinafo – FN.