Perdida en Santa Rosalía
Para quien no la ha leído
Perdida en Santa Rosalía.
Por Mayra Z. Gorozave
Les comparto esta anécdota que le sucedió a mi abuela materna que si viviera tendría 115 años de edad.
Ella partió al cielo el mismo día de su cumpleaños, un 5 de febrero, 93 años después.
Esta historia sucedió en 1912, cuando en Santa Rosalía, en ese entonces Territorio Sur de Baja California, estaba el auge minero de la Compañía francesa El Boleo.
Habitaban el lugar personas de muchas partes del país e incluso de otros países, principalmente franceses y chinos. Ahí vivía la niña Eufracia Rodríguez Higuera (cariñosamente Paquita) de 3 años de edad, con su familia, en una casa de madera de estilo francés, proporcionada por la ya mencionada compañía a su padre, Valentin Rodríguez, quien trabajaba en una mina, ejerciendo la función de encargado de la misma con gente bajo su mando.
Cierto día en que Paquita salió con su madre al centro del lugar para hacer compras de mandado en un mercado, se soltó de su mano y caminando, se perdió en la aglomeración de gente que apurada en sus quehaceres, sin darse cuenta se la fueron llevando como en una ola de vaivenes humanos que la niña a su corta edad no percibía como peligroso. De esta manera se perdió de la vista materna, provocando lo que acabaría en una búsqueda desesperada que duraría tres largos y angustiosos meses.
Eufracia o Paquita (Asi le dijeron hasta su muerte), no aparecía por ningún lado. Josefa su madre y su padre Valentin emprendieron una desesperada búsqueda en todo el pueblo. Se le buscó en las tiendas, en las playas, en el monte, en las minas, incluso con la policía montada de ese tiempo, en cada rincón de cada casa y se sometió a interrogatorios a cuanto pareciera sospechoso, pero la niña no aparecía, ni viva ni muerta, su desaparición era un misterio. La gente le abría la puerta de su casa a los gendarmes para que la buscaran, pero no tenían éxito.
Se dice que en ese tiempo, al ser un gobierno militar todo era mucho más estricto y si alguien cometía un delito contra un niño o una mujer de tipo violación o asesinato, tenía asegurado el paredón de fusilamiento, así que los gendarmea (así se le conocía a la policía rural de a caballo), registró hasta el último rincón de cada vivienda ante la mirada de azoro de los vecinos.
Así pasaron 3 agónicos meses sin resultados favorables, Josefita enloquecía de dolor.
La policía anunció que ya no buscaría más pues había pasado ya mucho tiempo y el padre de la niña, con el corazón roto pero con una pizca de esperanza, habló a los indios que trabajaban en la mina y les dijo así: “Mi niña está perdida hace 3 meses, mi mujer está perdiendo la razón, la policía ya no quiere buscarla, les ruego que si saben algo me lo digan por el amor de Dios, estamos muriendo cada día un poco.”…
Y he aquí donde la mano de Dios apareció:
De un rincón apartado se acercó un indito yaqui y le dijo: “Señor, hace como 3 meses yo me encontré una niña como la que usted dice…con sus ojitos azules… estaba jugando agua con un palito, en un lavadero público, sentadita en el suelo, y como no sabía de quien era me la llevé a mi casa…allá en “las barracas”, a las afueras del pueblo. Si quiere cuando terminemos de trabajar se la enseño y se la doybsi esnla de usted, pero no me haga nada…
La esperanza invadió el corazón de aquel padre y después de una larga jornada de trabajo, fueron a donde el indito vivía.
La niña al ver a su padre salió corriendo y se le abrazó de las piernas, con sus ojitos llenos de lagañas pero brillantes de alegría. Estaba flaca y llena de piojos, con olor a orines, pero viva !.
Su padre la abrazó con el amor infinito que solo los que tenemos hijos podemos entender, con el corazón desbocado de alegría…y de agradecimiento a Dios …”Mi Paquita”…..Mi niña…Mi corazón, estás bien !! …
Mamá…mira que regalo te traigo !….
Josefita enloqueció, pero de alegría…su bebé estaba de vuelta !!!
En Memoria de la señora Eufracia Rodríguez Higuera , mi abuela materna.
Por PanchoVillaMx