Sabias que durante el Porfiriato, los presos se tatuaban para recordar algún elemento de su vida personal e identificarse entre la comunidad de reos, por lo cual se hacían dibujos de autoprotección, amorosos y religiosos, así como los relacionados a la familia y las ansias de vengar a sus presuntos delatores.

Entre las partes más intervenidas se encuentran antebrazos, pecho, vientre, piernas y, en ocasiones, los genitales.

Era común que los presos se tatuaran cruces, corazones con cruces, figuras de mujeres vestidas y desnudas, fechas, nombres, animales que representaran su fidelidad, fuerza y libertad, corazones atravesados de un puñal o una flecha para mostrar su desamor y la figura del diablo.

Álvaro Rodríguez Luévano, «Tatuajes, territorios corporales del México finisecular» en Trace.

Via INERHM