Descendientes de Patrick Joseph Kelly acusan a Villa de asesinato cuando ni siquiera se encontraba en el lugar
A través de un portal de la Ciudad de El Paso, en el estado de Texas, Estados Unidos “El Paso History Alliance”, descendientes del ciudadano estadounidense Patrick Joseph Kelly quien fuera, según dicen asesinado por Pancho Villa y sus hombres en Velardena, Durango, México el 1 de febrero de 1912, dejando a su esposa y seis hijos, fue donde se publicó dicha denuncia.
En una fotografía se muestra al Sr. Kelly con su esposa María Petra González-Kelly y sus tres hijos pequeños. La pareja pasaría a tener tres hijos adicionales. En 1910, cuando la Revolución Mexicana estaba a punto de estallar, el Sr. Kelly se mudó con su familia al norte, a El Paso, Texas.
Una vez que se establecieron, regresó a México y a su trabajo en el Ferrocarril Nacional Mexicano, que se estaba construyendo desde el sur de México hasta la frontera con los Estados Unidos.
Según la familia descendientes “en 1912 fue asesinado a sangre fría en Velardena, Durango, México por revolucionarios mexicanos dirigidos por Pancho Villa, ya que trabajaba para el gobierno central como trabajador extranjero”.
“A principios de la década de 1930, su esposa, junto con sus hijos, se mudó de El Paso a Los Ángeles, California, donde permaneció hasta su muerte en 1964. Patrick Lombardi, quien envió esta información al portal es bisnieto de Patrick Joseph Kelly y fue nombrado después de él. Gracias, Patrick, por compartir con nosotros la experiencia de su familia”. El Paso History Alliance.
Primero afirma la publicación que fue Francisco Villa quien llevó a cabo el crimen, posteriormente dicen que fueron villistas y marca una fecha en que Villa se encontraba junto con el Gobierno de Francisco I. Madero combatiendo a Pascual Orozco en las campañas orozquistas por esas fechas.
La verdadera historia
Entre los centros mineros reactivados por el ferrocarril el más importante era Velardeña, adquirido en 1905 por la American Smelting and Refining, Co. (Asarco), que invirtió 1 500 000 pesos en modernizar la planta fundidora y lle- var una espuela de ferrocarril desde la estación de Pedriceña hasta la planta fundidora.
Para 1907 las minas de Velardeña eran de las más modernas y productivas del país y el valle se había convertido en un populoso campamento de alrededor de 10000 habitantes, mayoritariamente varones llegados de lejos.
Las jornadas laborales eran de doce horas diarias y los salarios eran relativamente altos, considerando la falta de mano de obra: los problemas en Velardeña eran más bien de orden social que económico, y tenían que ver con los privilegios de los operarios estadounidenses y la tiranía ejercida por la compañía (propietaria, incluso, de los burdeles de la población), cuyos guardias cateaban periódicamente las casas de los trabajadores, aunque fue la crisis de 1907 y el consiguiente despido de numerosos operarios lo que creó un problema mayúsculo.
En esas circunstancias, un acto religioso en que se pedía por el eterno descanso de los mineros muertos en un derrumbe terminó en un motín durante el cual un millar de personas incendiaron instalaciones que identificaban con el represivo ambiente del mineral.
En los combates callejeros hubo cinco muertos. El jefe de los rurales, cercado en su cuartel, alcanzó a dirigir un angustioso telegrama de auxilio a la capital del estado, y a la mañana siguiente bajaron del tren un destacamento de fuerzas federales de caballería y la Gendarmería Rural del Estado, mandada por el comandante Octaviano Meraz (la misma fuerza que pocos meses después desalojó violentamente a los ocuilas de los predios disputados a Sombreretillos; también la misma fuerza que, en el otro extremo del estado había ultimado al afamado bandolero Heraclio Bernal varios años antes).
El orden se restableció con rapidez y fueron aprehendidos diez de los cabecillas del tumulto, fusilados al atardecer. Después, el presidente Díaz ordenó que se enjuiciara a Meraz y a otros tres oficiales por haber fusilado a los mineros fuera de todo orden legal, pero los tribunales los absolvieron.
10 de abril de 1909 ocurrió la matanza de Velardeña, que tiene su antecedente un año atrás.
A principios de abril de 1908, ocurre un accidente en la mina de Terneras, en la que fallece una cantidad importante de mineros y no hay una acción de los propietarios de la mina, ni del estado, para atender a los deudos en la problemática de los mineros, quienes tenían una inconformidad muy grande
Un año después, en abril de 1909, el sacerdote Ramón Valenzuela, cura del pueblo de Velardeña, convoca a la población para las peregrinaciones propias de Semana Santa y el Jefe del cuartel se asusta, piensa que es un levantamiento en armas en contra de los agravios suscitados un año atrás, pues coincidía con el aniversario del accidente minero, por lo que decidió mandar un cable (telegrama) al entonces gobernador de Durango, Leandro Fernández, muy preocupado por la situación. Ante ello, llega la guardia rural y, sin preguntar lo sucedido, mata a decenas de mineros de la región, sin causa ni juicio.
Calixto Contreras. Revolucionario de Durango
El 11 de mayo de 1911 Domingo Arrieta y Calixto Contreras pusieron sitio a la capital del estado de Durango. El 20 llegó, al frente de sus aguerridos laguneros, el coronel Jesús Agustín Castro, quien asumió el mando y dictó el plan de ataque, que no llegó a efectuarse porque el 22 se conoció la renuncia del presidente Porfirio Díaz. Los rebeldes permanecieron en sus campamentos alrededor de la ciudad hasta el 30 de mayo, cuando la ciudad se entregó pacíficamente a Emilio Madero, recién llegado de la Comarca Lagunera.
En 1912 año que supuestamente fue asesinado el norteamericano Joseph Patrick Kelly trajo la actividad creciente de numerosas «cuadrillas de bandoleros«, muchos de ellos ex maderistas. Sin embargo no existe ningún archivo o medio de la época que confirme que el norteamericano fuera muerto a manos de algún revolucionario.
En el partido de Cuencamé fueron tomadas la población de Velardeña, las haciendas Juan Pérez y Atotonilco y las estancias Covadonga, El Álamo y Las Cruces, anexos de Santa Catalina, por gente no controlada por Contreras.
MARTÍNEZ y CHÁVEZ, Durungo.
Por PanchoVillaMx