«Mi madre, Margarita Magon, tomó la decisión de que mis hermanos y yo estudiáramos en la capital, el dinero que tenia sólo le alcanzaba para un boleto. A mis hermanos, Jesús y Ricardo los metió en un par de cestos y a mi me llevo en brazos. Partimos una tarde de San Antonio Eloxochitlan, Oaxaca.


Cerca de la capital el inspector del tren tropezó con un cesto y descubrió la trampa, saco a mi hermano Ricardo de los cabellos y fue cuándo le pidió a mi madre que se bajara del tren.

Los pasajeros de segunda sonreían divertidos por la ocurrencia, después la gracia se convirtió en indignacion hacía el inspector, al poco rato pasaron un sombrero y juntaron para el importe de los pasajes, así pudimos llegar a la capital.

Mi madre consiguió alojamiento en una vecindad, mi padre, Teodoro Flores, licenciado del ejército, se nos unió poco tiempo después, resignado acató los deseos de mi madre y a base de muchas penurias, en una época dónde la escuela era para unos pocos privilegiados, logró que sus tres hijos nos recibiéramos de licenciados.
Gracias a mi madre».

Enrique Flores Magon.

Por Jorge Cabrera Vargas