“Hace 17 años murió mi pobre Padre. Su presencia real no es lo que más echo de menos: a fuerza de vivir lejos de Monterrey, estudiando en México, yo me había ya acostumbrado a verlo muy poco y a imaginármelo fácilmente, a lo cual me ayuda también su modo de ser tan definido, y hasta su lejos de él, casi bastaba recordar para sentir el calor de su presencia. Y como su espíritu estaba en actividad constante, todo el día agitaba las cuestiones más amenas y más apasionadoras; y todas sus ideas salían candentes, nuevas y recién forjadas, al rojo vivo de una sensibilidad como no la he vuelto a encontrar en mi ya accidentada experiencia de los hombres… aspecto físico tan preciso y bien dibujado, su manera de belleza…


Esto dio a su muerte no sé qué aire de grosería cosmogónica, de afrenta material contra las intenciones de la creación. Mi natural dolor se hizo todavía más horrible por haber sobrevenido aquella muerte en medio de circunstancias singularmente patéticas y sangrientas, que no sólo interesaban a una familia, sino a todo un pueblo. Su muerte era la culminación del cuadro de horror que ofrecía entonces toda la ciudad…
Lo ignoré todo, huí de los que se decían testigos presenciales, e impuse silencio a los que querían pronunciar delante de mí el nombre de que hizo fuego… No lloro por la falta de su compañía terrestre… lloro por la injusticia con que se anuló a sí propia aquella noble vida; sufro porque presiento al considerar la historia de mi padre, una oscura equivocación en la relojería moral de nuestro mundo; me desespera, ante el hecho consumado que es toda tumba, el pensar que el saldo generoso de una existencia rica y plena no basta a compensar y a llenar el vacío de un solo segundo…»

Alfonso Reyes (Fragmento).

Cómo dato extra, está imagen de Francisco Madero se utilizó para hacer el fotomontaje de Madero viajando en un avión en noviembre de 1911. Para entonces, Madero se había convertido en el primer jefe de Estado en subirse a un avión, sin embargo, no hubo una fotografía del suceso en ese momento.

Por Jorge Cabrera Vargas.